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martes, 20 de agosto de 2013

Diario del estío (XLVI)


Olivar de la variedad Castellana en Mazarulleque (Cuenca)

Mazarulleque
Siempre que vuelvo a ese lugar de la Alcarria conquense, en un valle al pie de la Sierra de Altomira, donde nuestros amigos nos reciben hospitalariamente, me embarga la misma sensación de quietud, paz y tranquilidad, que se repite constantemente. En Mazarulleque es como si el tiempo se hubiera parado o transcurriera más lentamente que en otros lugares, cosa que no es posible pero que al menos lo parece, ya que el pueblo y otros de la zona están relativamente apartados de grandes núcleos de población o vías de comunicación principales.
Garcinarro y Jabalera son los otros dos núcleos que conforman la mancomunidad que tiene un área cercana a los 150 km2 y una población de algo más de 300 habitantes, lo que representa 2 habitantes por km2, más o menos, el desierto humano. Una economía de subsistencia basada en el cultivo agrícola de tierras de secano dedicadas a los cereales de invierno, girasol y olivar, y algo de ganadería ovina de aptitud cárnica y láctea. Sorprende que estando cerca de la zona de los pantanos de cabecera del río Tajo, la reserva más importante de agua del centro peninsular que abastece al Levante, Murcia y Almería, a través del canal del trasvase Tajo-Segura, estas tierras estén sedientas y no haya un palmo de regadío. Tampoco se ven las compensaciones económicas por esa explotación hidráulica en los llamados pueblos ribereños de los pantanos, ni las de tener próxima la central nuclear de Trillo en Guadalajara que refrigera reactores en las aguas del Tajo.
En Cuenca dedicamos una mañana a visitar el recomendable Museo de Arte Abstracto Español responsabilidad de la Fundación Juan March –el banquero de Franco-, donde se puede visionar de forma permanente una colección de pinturas y esculturas de artistas abstractos españoles de la generación de los años 50 y 60 del pasado siglo, entre los que cabe destacar a Canogar, Chillida, Martín Chirino, Manrique, Millares, Rueda, Saura, Tápies o Zóbel. El museo se encuentra en la edificación medieval singular de las Casas Colgadas, sobre la Hoz del Huécar.
Seguimos avanzando. Otra jornada. Vamos a pasar el día y a piragüear a lo que eufemísticamente se llama el Mar de Castilla, conjunto de embalses formado, entre otros, por el de Bolarque, Entrepeñas, Buendía, en las provincias de Guadalajara y Cuenca. Pasamos una buena tarde navegando en el tramo del rio Guadiela comprendido entre el salto de Buendía y Bolarque, entre lo que llaman la playa y el embarcadero, en aguas frías y profundas. Hacía más de siete años que no montaba en piragua. La sensación de libertad y contacto con la Naturaleza es espectacular, como los tramos que recorremos, encajados entre altas laderas pobladas de pinos que se han salvado de la última quema, en las que dominan y vuelan algunas parejas de buitre negro.

Ya solo me queda dar las gracias por la pitanza. Poder recobrar el sabor de unas chuletillas de cordero lechal a la brasa, y de ese grandioso queso añejo de oveja de tres años en aceite, aparecido a la chita callando, como quien no quiere la cosa. O de ese típico y rotundo plato llamado morteruelo que hace las delicias de quien lo prueba.

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