Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

jueves, 25 de noviembre de 2010

Vengo a lo de la prueba nuclear


La frase pronunciada en la sala de inyectados de un hospital que esperan resignados a que les toque su turno, a primera hora de la mañana, es para desternillarse de la risa, y más si es pronunciada con ese gracejo popular propio de los manchegos de La Mancha. No los añadidos, que hay muchos que no lo son, aunque los padres de la autonomía se empeñen en ello.

Este hospital general parece un ministerio de asuntos de guerra, siempre lleno de gente, trasegando de un lado a otro, esperando colas, sentados pacientes, con consultas abarrotadas. Cuando he llegado, bien tempano, ya estaba todo el pescado vendido… anda que pensé que iba a funcionar hoy la cosa mejor que otras veces.

Llegué un poco caliente, por el madrugón, por los casi doscientos kilómetros recorridos para llegar a sus verjas, por el rechazo a la mierda “nuclear” de contraste que te inyectan para la prueba semestral de marras, porque no quieres que te traten como a un borrego, porque te tienes que poner el pijama ese infame que te dan, en un servicio reducido, por donde pasa también la gente a hacer sus necesidades, porque sabes a la hora que entras pero nunca a la que sales, porque…

Por las noticias que he ido oyendo en la radio, esa gran compañera en viajes largos, además de medio de comunicación manipulado y creador de opiniones, hoy aparte de celebrarse el Día Contra la Violencia de Género, el run-run está en la intervención financiera en Irlanda y la reunión de zapatitos, mezcla de marketing y generadora de opinión, este sábado, con las treinta mayores empresas. Le dan por todos los lados, y no es para menos, ya que un Estado no se gobierna como una empresa, y del encuentro no se va a sacar nada en claro, aparte de declaraciones grandilocuentes, fotos y cuatro bobadas más.

Ayer escribía de buen rollito del sastre Baltasar, hoy tengo que hacerlo en tono cabreado de lo que nos está pasando aquí y en el exterior, por culpa del llamado eufemísticamente señor mercado, que es el de siempre, los ricos y poderosos, la banca, las multinacionales, frente a quien se doblegan liberales y socialdemócratas. El Estado del bienestar se derrumba por exigencia del capital. Luego está lo de la señora Trini, la flamante ministra de exteriores, que en el año 2003 exigía del gobierno de Aznar una declaración de compromiso con el pueblo saharaui, y que hoy es incapaz de condenar el genocidio que practica el reino alauita en los territorios ocupados del Sahara.

Es como llegar al hospital de mañana y espetarle al primero que te encuentre que vienes a lo de la prueba nuclear, lo normal es que salga corriendo y no pare, o que te mire de arriba abajo pensando de donde se habrá escapado este chalado.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La historia de Baltasar


Baltasar era el sastre de Valdepeñas de Jaén, pequeño pueblo serrano del sur de la provincia. Un día, él y su hijo Ricardo, ambos aficionados a los pájaros, capturaron una jilguera que amaestraron enjaulada.

Llegado el otoño la pájara escapó. A la primavera siguiente, comprobaron sorprendidos, que la jilguera había regresado, hizo nido y crió polluelos, que llenaron la sastrería de trinos y cantos.

Años después Baltasar murió y la jilguera estuvo todo el tiempo junto al finado hasta su entierro.