Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

viernes, 17 de octubre de 2008

Comida en Punta del Hidalgo



2 Sopas de pescado
2 Viejas guisadas
Papas arrugadas
Mojo cilantro
Pan
2 Cervezas
30 euros
Bar Cofradía de Pescadores, Punta del Hidalgo (Tenerife)

“Una vez me contrataron en Canarias, pensando que era Lluis Llach, menuda sorpresa se llevaron”. Albert Plá, músico y artista.
Como dice el Plá, hay veces, demasiadas, que lo que acontece a nuestro alrededor, las personas, los sucesos… los percibimos de forma distinta a como son. O simplemente nuestra ignorancia o ausencia de conocimientos precisos nos impiden llegar más allá de nuestras propias narices.

Ahora llevo unos días caminando entre Bajamar y Punta del Hidalgo, cinco kilómetros ida y vuelta, llaneo, subo y bajo algunos repechos. Voy midiendo mis cada vez más recuperadas fuerzas. Por el camino me cruzo con paseantes como yo, muchos extranjeros, también del país. En esta isla, la Isla Grande la llaman, como supongo en las restantes, la vida en general parece transcurrir más lentamente, sientes como si dispusieras de más tiempo para disfrutar de las cosas que te da, y también para comprobar cómo los errores, las tareas mal hechas persisten, son contumaces.

El paisaje marino me acompaña de un lado y otro dependiendo del sentido de la marcha. La brisa marina que desde la playa trepa por el acantilado me golpea suavemente y me envuelve con sus vapores iodados. Respira, respira profundo que es muy buena para la salud me decían de pequeño.

La mar, siempre la mar inmensa. La mar que llena, arañando el acantilado, parece como si te quisiera llevar. La mar que vacía te enseña sus vergüenzas, sus desnudas redondeces pétreas. La mar, siempre la mar… Veo abajo a los pescadores con sus cañas, a los mariscadores buscando entre las rocas, a los surferos a la espera de la ola precisa sobre la que patinar. Los percibo tristes, incómodos, ya no hay peces, ni lapas, quizás alguna ola.

Continúo marchando, ahora por la cumbre dorsal, sobre las rodaduras que en la pinocha dejan las ruedas, bajo la bruma de la nube que pasa húmeda y rápida de una ladera a otra por entre las copas de los enormes pinos canarios. Bajamos a Arafo, el pueblo cuyas mujeres, según el dicho, son más buenas que el pan. No tenemos ocasión de comprobarlo. En las sinuosas curvas, tras el rápido descenso inicial, nos encontramos castaños cuajados de cápsulas verdes erizadas que contienen los frutos. Hay muchos, parecen abandonados.

Ya en el pueblo iniciamos una búsqueda imposible, difícil, comprometida… La de un amigo que se fue, que está, pero cuyo posible reencuentro nos llena de inquietud y zozobra. Lo dejamos para otra mejor ocasión, hemos venido a disfrutar, no a pasar malos ratos que ya tuvimos a espuertas hace poco tiempo.

En Punta del Hidalgo, en la Cofradía de Pescadores, en asunto de pitanza, las cosas parecen ser como son, simples. El servicio rápido. El pescado fresco, de calidad, bien servido y el precio ajustado a ello. No caben sorpresas.