Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

sábado, 18 de marzo de 2017

19 de febrero, domingo


He descansado algo mejor. Los domingos son días de visitas y baja actividad hospitalaria. Estos detalles -para el que está ingresado-, son de poca importancia ya que tenemos los mismos horarios; el día transcurre con igual lentitud y ese cansineo a cámara lenta puede acabar con los nervios más templados. Vuelve la doctora a decirme que me bajan para hacerme una resonancia hepática.

Ya es la segunda que me realizan. Lo que tenía que haber sido un trámite de media hora, se convierte en algo interminable. El ecógrafo con el que tienen que hacer la prueba no conecta con mi historial. Las tres operadoras que lo tienen que hacer temo no tienen la experiencia adecuada en el manejo del aparato. No se ponen de acuerdo, dudan... Asisto a la escena impasible, pero me llevan los demonios por dentro. La que parece lleva la voz cantante, una joven médica cubana, toma la iniciativa. Yo estoy ahí, pero me ignoran, como si no existiera. Este hospital, aparte de universitario, se ve que tiene mucho también de internacional. Me embadurnan el abdomen con ese gel frío que les ayuda a hurgar con la cámara, obtener las imágenes y captar los sonidos de válvulas y arterias con esos ecos de profundidad marina. A las primeras de cambio me percato de la poca destreza y brusquedad en el manejo.

- Respire hondo, aguante, no respire..., -así una y otra vez.

A la jodida se le olvida decirme que respire, y esos segundos sin fuelle se hacen interminables. Después de una veintena de inspiraciones sincopadas, estoy más cansado que una liebre en carrera delante de una jauría de perros. Creo que el ecógrafo se solidariza conmigo ya que no para de emitir sonidos extraños, agudos, quejas y protestas. A estas pruebas ya les tengo cogido el tranquillo, y soy experto en el sonido de máquinas y motores, fundamental para su mantenimiento y eficacia. A este paso ni la más sofisticada tecnología aguanta el envite.

Vuelvo a la habitación espantado. Eso por ser domingo.

18 febrero, sábado


Se cumple una semana del ingreso y trasplante. Las noches precedentes han sido difíciles. Desvelo, temores y escaso descanso. La doctora búlgara de guardia este fin de semana, me regaña. Tengo que dormir, y si no lo hago, la recuperación será peor. Me prescribe un ansiolítico para el sueño. Me alerta que han detectado una elevación de los niveles de transaminasas, que indican que algo en el nuevo hígado no va bien y que eso significa un cuadro de rechazo. Me anuncia que el lunes me hacen una biopsia. Tiemblo al oír esta práctica que me retrotrae diez años atrás a las que me hicieron de ganglios y médula. Horror me da especialmente esta última con la punción ósea y absorción de médula a través de la cual la realizan.