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jueves, 18 de octubre de 2007

Lo manchego y los políticos


Veintitrés años en tierras toledanas, del bolo, como gusta decirse por aquí, a orillas del río Tajo, en el extremo noroeste de lo que se llama Castilla-La Mancha, casi en la raya con el Campo Arañuelo cacereño, la Sierra de San Vicente y las estribaciones de la de Gredos, la provincia de Ávila

Conociendo como conozco la región, que la he corrido de norte a sur y de este a oeste, tengo que afirmar que salvo en su centro geográfico que es la comarca Mancha que abarca parte de las provincias de Toledo, Cuenca, Ciudad Real y Albacete, el resto tiene pocos elementos unificadores e integradores que la hagan valedora en su totalidad del apelativo manchego.

Las gentes, las costumbres, los paisajes, los acentos, las tradiciones, etc. de las tierras de Talavera, la Serranía conquense, las dos Alcarrias y Manchuelas, las sierras de Albacete, el Campo de Montiel, el Valle de Alcudia… tienen, a mi entender, poco que ver con lo “manchego”, lo entrecomillo adrede, porque no se tampoco lo que es ser manchego, más allá del famoso diccionario tomellosero o de ese otro documento que circula por Internet llamado “orgullo de ser manchego”.

Cuento todo esto para que la siguiente afirmación que voy a hacer no resulte del todo temeraria, pero es que siempre me ha parecido que esto de Castilla-La Mancha es un ajuste apurado de la España democrática y constitucional, igual que lo de la monarquía borbónica, que comentaré en otro momento.

Esta región es un mosaico rico y variado, que en ocasiones encaja con dificultad, y que en otras, es incapaz, con sus mediocres políticos y funcionarios burócratas al frente, de ponerse de acuerdo en intereses fundamentales y estratégicos para su propia economía, desarrollo y el bienestar de sus gentes. Dos botones de muestra recientes de lo que digo: la errática y desacertada defensa de la viticultura, importante sector económico agroalimentario, también generador de empleo y sostén de muchos pueblos, amenazado por los planes de ajuste europeos; y la demagógica y vergonzosa defensa de los recursos hídricos y contra la política de trasvases, que ha sido en los últimos años estandarte de los altos cargos del gobierno y representantes políticos.

Es verdad que la región ha cambiado mucho en las últimas dos décadas para bien, se ha modernizado, se han mejorado las vías y comunicaciones terrestres, con la salvedad del ferrocarril; han avanzado las dotaciones y servicios sanitarios, educativos, sociales; tenemos en general un mejor nivel de vida; nuestros mayores están mejor atendidos… Pero no es oro todo lo que reluce. La mayor parte de la población vive en zonas rurales, algunas muy alejadas de los grandes núcleos de población, con un notable envejecimiento y con densidades muy bajas de habitantes por kilómetro cuadrado, que las sitúan en lo que se denomina desierto humano. Con una agricultura y ganadería en crisis y declive constante, que hace que los profesionales que aún mantienen la actividad, haya que considerarlos verdaderos héroes resistentes.

En los pueblos de menos de cinco mil habitantes vivimos relativamente bien los que lo hacemos y tenemos actividad laboral tanto dentro como fuera, pero no tenemos los mismos derechos que los urbanitas. Son pequeños detalles, que pasan desapercibidos muchas veces, pero que calan y hacen mella: el centro de salud más cercano a seis kilómetros, el hospital a treinta, el instituto de enseñanza secundaria a seis, la velocidad de conexión a Internet a un mega, el transporte interurbano por carretera a cuentagotas, los jóvenes muertos de asco, sin alternativas de ocio y diversión…

De todo esto tienen la culpa los que antes he llamado políticos mediocres, dentro de los que meto a muchos alcaldes, diputados provinciales y a los otros. Son los responsables de que Castilla-La Mancha sea la Comunidad con el mayor déficit democrático de todo el Estado (necesitamos casi cuarenta mil votos para obtener un escaño, cuando la media nacional es de veintitrés mil; tenemos las Cortes con menos escaños, sólo superadas por las comunidades uniprovinciales); responsables de que se vulnere el derecho a la igualdad recogido en la Declaración Universal de 1948, ya que los votos a los partidos mayoritarios (PSOE y PP) tienen más valor que el de otras opciones políticas; responsables de que las Cortes estén sometidas al control del Gobierno, cuando debería ser al contrario. Responsables de representar a la única Cámara regional donde sólo hay dos partidos presentes, que con sus pactos de silencio, impiden que asuntos de interés general salgan a la luz y se conozcan. Son los representantes de la propaganda continua, de la autocomplacencia, del conservadurismo y de la tontería que nos invade -¡qué decir de la rancia cadena de radio y televisión regional al más puro estilo franquista!-. Por ello los ciudadanos y ciudadanas que tenemos voto pero no les votamos, queremos que nuestra voz esté representada, y por ello exigimos, la reforma de la injusta y antidemocrática Ley Electoral que tenemos.