Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

viernes, 28 de septiembre de 2018

La puerta


Había pasado la comida y retiradas las bandejas. Tocaba siesta o reposo en la cama. Unos nudillos tocaron suavemente en la puerta, que se abrió seguidamente y allí apareció el celador con la silla de ruedas para llevarme en presencia del equipo médico que me llevaba y reclamaba. Era un imprevisto del cual me quejé, pero de nada sirvió. El tipo era alto y cuadrado, le pregunte por su estatura y me comentó que dos veinte y que había sido jugador de baloncesto, que tuvo que dejar por las lesiones en las rodillas. Las puertas se le quedaban pequeñas y en algunas tenía que doblar el cuello.

Como de costumbre cuando vas a hacer una prueba, me llevó por largos pasillos y bajamos en ascensor al sótano, la parte que menos conocía del hospital, por donde continuamos a buena marcha, hasta llegar a una puerta, que una vez franqueada, daba paso a una amplia estancia con una gran mesa en forma de u, ocupada por batas verdes y blancas, con sus estetoscopios al cuello, y bolsillos llenos de agendas, papeles y bolis. Había un ligero murmullo provocado por las conversaciones. Nadie se percató de nuestra presencia, salvo el que parecía ejercía la presidencia, que nos hizo una señal para que nos acercáramos. A su lado había un sitio libre que fue el que tuve el honor de ocupar. Fue entonces cuando me fijé que la mesa estaba llena de los diferentes menús hospitalarios, a cual peor, y que nadie había tocado. También que quien había reclamado mi presencia era uno de los más afamados médicos y gran jefazo. Me explicó que algunos días invitaban a un paciente a su mesa, que en esta ocasión me había tocado a mí, lo que me llevó a recordar aquella campaña franquista de la década de los 50 del siglo pasado, de sentar a un pobre en tu mesa por Navidad, campaña que fue motivo de la película Plácido del cineasta Luis García Berlanga, rodada en los años 60.

El gran jefe me explicó que era potestad del invitado elegir el menú servido o solicitar otro. Tirándome el pisto le comenté, que dada la oportunidad que me otorgaba, prefería elegir otro. En un abrir y cerrar de ojos desaparecieron los menús servidos y empecé a pedir por mi boquita. De entrantes le sugerí unas raciones de queso manchego, algo de jamón de Jabugo, morcilla de Burgos, chorizo y cecina de León. Cuando empezó a aparecer la pitanza, lo que inicialmente era un murmullo se convirtió en jolgorio y cháchara divertida de los presentes. Le sugerí también algunos vinos para acompañar. Gambones a la plancha con escamas de sal. Aquello empezaba a tomar color, pero faltaba lo mejor. Pedí chuletillas de cordero lechal, panceta y butifarra braseadas. Aquello era una provocación que contravenía los principios de la dieta mediterránea, pero nadie se quejaba y se dio buena cuenta de lo servido. Finalizó el evento con algunos brindis y aplausos hacia la presidencia, que a su vez me agradeció la participación y elección de los manjares servidos.

Como si ya tuviera cogida la hora apareció el celador que me devolvió a mis aposentos. Habían pasado tres horas, perdida la siesta y una sensación en mi cuerpo de haber vivido una experiencia berlanganesca. Todo aquel personal acabada la pantagruélica comida, debería incorporarse a sus quehaceres, y muchos de ellos, con una digestión y cuerpo serrano, después del subidón de colesterol ingerido. No era mi problema. Yo había cumplido con el papel asignado y cada mochuelo a su olivo.

Pocos días después se presentó en la habitación un auxiliar portando un sobre a mi nombre que me fue entregado. Se trataba de una factura informativa, sin valor contable y fiscal, en la que se detallaba el coste del desperdicio alimenticio de los menús hospitalarios rechazados el día de marras.

Embrollado estaba en cómo darle fin al relato, cuando de forma sorpresiva, apareció él, el dios de los negocios, el tito Floren, en el vestíbulo principal del hospital, rodeado y seguido por un nutrido e infranqueable séquito de trajeados y personal sanitario. No sé de dónde venía ni a donde iba, pero seguro que rumiando la derrota hispalense de la noche anterior. Altivo, con ese aire de hombre importante y vencedor, al que nada se le resiste. De andar con los hocicos metido en este macro hospital, construido por una de sus muchas empresas, y con un rédito importante de millones de euros a su favor, ahora seguiría con algún negociete relacionado con la sanidad, de los privatizados. Por esta causa a él le iba a endilgar la cuenta de la pantagruélica comida. Porque me daba la gana. Ea!

viernes, 16 de febrero de 2018

Olores



- Hola guapetón, qué tal estás?

Me dio dos sonoros besos, un achuchón, y dijo

- Uhm... hueles a hospital!

No es de extrañar, llevo aquí diez días encerrado y uno acaba impregnándose de los olores dominantes de los sitios donde habita. Pero ¿qué es eso de oler a hospital?, ¿hay un patrón para definir el aroma de enfermería?. Mi vasta experiencia policlínica me dice que no, en los hospitales se puede oler, poniendo un poco de predisposición, a todo, tanto en personas como en inmuebles. Hay que poner narices e inclinación a ello, y como todo en la vida, algo de rigor y disciplina, y por supuesto, la experiencia ayuda bastante.

El personal sanitario, por lo general, huele neutro, a asepsia, apreciándose en contadas ocasiones, suaves toques de aguas florales y cítricos, inevitables si han pasado como todo hijo de vecino por la ducha y tienen esas inclinaciones de perfumería, aunque creo que deben tener indicaciones especificas de restricción de uso de fragancias en el desempeño de su trabajo. O eso pienso yo.

También y por desgracia de todos, profesionales y pacientes, en algunas zonas tanto públicas como de uso privado, huele a orines, a puta inmundicia de cloaca, a sifones pestilentes de mugre. No se salva ni un rincón, y si se trata de construcciones viejas, más aún. Ya puedes hacer que corra el agua, de momento desaparece, pero al rato vuelven las hediondas emanaciones. Son olores fuertes, desagradables, como a los de planta de residuos urbanos, existiendo entre ambos un término medio vegetal como es el de ova de río moribundo.

En los sanatorios y especialmente en algunas zonas de ellos, que no suelen estar a la vista, huele fuerte, a ácido, huele a química. Suelen ser los sótanos en los que se ubican las zonas de oncología. Huele a tratamientos quimioterápicos y radiológicos, que tienen nombres enrevesados y tóxicos, y mantienen una equidistancia variable con la muerte.

También huele a cocina, y en determinadas horas del día, a cafelito recién hecho, a tostada de pan con aceite y sal. Esas emanaciones tan tenues y cercanas no sé cómo escapan de cocinas y cafeterías, expandiéndose por pasillos, despachos, controles y habitaciones, dándote la falsa sensación que estás en tu casa. Son trucos que utilizan los gerentes y directores de hospitales para hacer más agradable la estancia de pacientes y enfermos. Pero no cuela, porque luego a la vista y sabor del rancho cuartelero diario, ponen a cada cual en su sitio.

La mezcla de todos esos vahídos, aliñados con los productos de desinfección y limpieza de suelos y otras superficies, las exudaciones corporales de medicamentos, y las emisiones extrañas de otras actividades presentes en algunos hospitales, como peluquerías, pastelerías, librería y prensa, bancos, configuran probablemente lo que hoy llamamos olor moderno a hospital, que nada tiene que ver ya, con el tradicional a galeno, farmacia y zotal de toda la vida.

Bueno pues según mi amiga a eso debo oler yo. Cuando ya creía que había salido del bucle olfativo, otro bofetón me trajo el recuerdo a mi madre que en la cercanía de la mar, y la espuma juguetona provocada por las olas en rompientes y rocas, decía que olía a yodo, invitándome a respirar profundamente, pues según su sabiduría sanitaria, eso era bueno para las vías respiratoritas y la glándula tiroides.

Los vapores a establo de vacas, a heno de prao segado, a pan recién hecho, iban y venían en mis recuerdos.
De ahí salté sin quererlo, seguramente porque ya era hora de pitanza, a los olores de ollas de guisos de cuchara contundentes. Pasaron por delante de mí los inconfundibles del cocido de garbanzos con todos sus aditamentos de verduras, carnes y embutidos; las judías estofadas con oreja de guarro; los callos y manitas de cerdo; las migas de pastor; las gachas; las papas guisadas con cualquier cosa; los pucheros...

- Bueno guapetón me tengo que ir. Me alegro que estés tan bien y que pronto te den de alta.

No sé el tiempo que había pasado. Durante ese ínterin no pronuncié palabra. Ella no paró de hablar y gesticular. Desconozco si percibió mi abstracción que procuré disimular mirándola frecuentemente a los ojos, asintiendo -según me contaba-, con gestos, intentando estar presente sin estarlo. Hacía tiempo que no la veía, bueno últimamente algo mas, tras muchos años de silencio tras nuestra ruptura. Seguía igual, eso sí, con el gasto de los años transcurridos, que a todos pasa recibo.

Mantenía esa sonrisa permanente y picarona, esos ojos rasgados, de color verde turquesa, sus graciosas muecas y mohines. Aunque con algunos kilos de más, se mantenía en forma, enérgica y activa como siempre la conocí. No había perdido ápice de carácter. Me seguía gustando por eso.

Su piel mantenía ese color tostado de verano, hombros caídos, brazos fuertes, pechos grandes, prietos y ceñidos, y piernas bien torneadas y firmes. Era de estatura media, pero su jovialidad y actividad la hacían parecer mayor. Siempre dispuesta al combate, a la batalla, al cuerpo a cuerpo, que era quizás donde menos la conocí. Olores personales.



martes, 16 de enero de 2018

El índice IPOD en los alimentos



El IPOD o Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos es un indicador creado en el año 2008, que tiene como fuente de datos en origen a la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), y como fuente de datos en destino, a la CEACCU (Confederación Española de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios) y la UCE (Unión de Consumidores de España). Este índice ofrece a los consumidores información de la cadena agroalimentaria y detalle sobre los precios de los alimentos en origen y destino.

La información es recopilada por los dos eslabones claves en la cadena agroalimentaria: agricultores y consumidores, permitiendo visualizar los precios que pagan los intermediarios a los agricultores, y a los precios a los que venden los primeros los alimentos a los consumidores, obteniéndose el número de veces que se multiplica el precio de origen hasta que llega al consumidor, y el encarecimiento real de los productos. La información es mensual, ofreciéndose datos de más de una treintena de alimentos básicos y habituales en nuestra dieta. 

LOS IMPACTANTES DATOS MENSUALES


Durante el ejercicio 2017 ha habido principalmente productos agrícolas (frutas y hortalizas) que han multiplicado de forma desorbitada y abusiva los precios. Ese es el caso de la naranja que ha multiplicado entre 6 y 7 veces el precio entre origen y destino; la manzana y la ciruela, entre 7 y 8; la patata, 8 veces; melocotón y nectarina en meses puntuales han llegado a 11 veces. En fin, ningún producto hortofrutícola se libra de la especulación, y por citar dos muy nuestros: el ajo, entre 8 y 9 veces; y el melón, entre 7 y 8.

Estos datos mensuales que nos aporta el IPOD es un modo muy fácil y transparente de mostrar lo que realmente sucede en el mercado, descubriendo que los abusos sobre los productos de consumo son evidentes, con márgenes comerciales desorbitados, lo que impacta de forma negativa tanto a los productores como a los consumidores.

IPOD. Agosto 2017
 
 ¿PUEDEN SER LOS "CIRCUITOS CORTOS" LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA?

Los "circuitos cortos” de comercialización son aquellos que permiten evitar la actividad de intermediación entre el productor y el consumidor y así reducir la diferencia de precios origen-destino: por ejemplo, la venta directa en la explotación, la venta online, la venta en tienda de productores, en ferias o en mercados locales y exposiciones.

Este tipo de iniciativas de comercialización tipo red social constituyen un modelo de compra-venta directa entre productores y consumidores que lleva algunos años realizándose, y que poco a poco va extendiéndose en numerosas zonas, permitiendo a las personas organizarse en grupos para comprar productos de temporada directamente de los productores locales. Los “circuitos cortos” han demostrado ser una herramienta valiosa para acercar a los productores y a los consumidores, eslabones ambos que más deberían beneficiarse en la cadena alimentaria.

martes, 9 de enero de 2018

El melón, rey de la fruta del verano




En La Mancha el melón es algo propio e identificativo de su producción agrícola, próximo, y habitual en el paisaje y costumbres de los meses de verano. Sus orígenes se sitúan en Irán y en la región caucásica del Sur de Asia, desde donde se propagó a otras zonas y culturas. Los egipcios lo conocían 500 años AC, y en la Península Ibérica, hay citas de él en el siglo IX en los reinos de taifas de Toledo y Valencia.
Hablamos de una fruta-hortaliza perteneciente a la familia de las cucurbitáceas, dentro de la que también se encuentran, entre otras, la calabaza, el pepino, la sandía, etc., y a la que en Castilla-La Mancha, y sobre todo en la comarca Mancha de Ciudad Real -como veremos más adelante-, dedicamos muchas hectáreas a su cultivo del que se obtienen miles de toneladas de esta apreciada fruta.
El aporte productivo de nuestra región, junto con la provincia andaluza de Almería, el Campo de Cartagena en Murcia, Extremadura y alguna otra zona del Levante, hace que España sea uno de los países con relevancia en el comercio del mismo. En el año 2016 se exportaron melones por valor de 670M€. Además, según el Panel de Consumo Alimentario del MAPAMA, el consumo de melón tiene una importante participación en nuestra dieta ya que cada español-a consume al año 9 kg., representando esta cantidad el 16% de toda la fruta que consumimos al cabo del año.
Fruta de temporada
Las frutas y hortalizas frescas tienen su época de producción y consumo, y en esto el melón no es ninguna excepción. En España producimos melón entre los meses de abril y octubre. Las producciones más tempranas corresponden a los invernaderos de Almería, destinándose su producción principalmente a la exportación. Le siguen en el tiempo las producciones de Murcia, el Levante, y a partir del mes de julio, el melón manchego y su variedad por excelencia, el Piel de Sapo.
Entre los meses de noviembre y marzo se encuentran también melones en el mercado. Se trata de producciones procedentes por lo general de Brasil, Centroamérica ó África.
Variedades
La riqueza y amplitud varietal de esta especie es enorme. Muchas variedades, por razones productivas o económicas, han dejado de cultivarse o representan en la actualidad cifras marginales, tal es el caso del Mochuelo, Tendral, Melón blanco, etc. Otras se han perdido o quedan en los bancos de germoplasma a la espera de su recuperación y mejora.
Habitualmente en el mercado podemos encontrar la variedad Piel de Sapo, de piel lisa o rugosa, con manchas verdes de diferente intensidad y la de mayor extensión de cultivo en nuestro país. El melón amarillo, de corteza del mismo color y carne blanquecina. Y variedades foráneas como el Cantaloupe y el Galia, que se cultivan aquí pero se destinan principalmente a la exportación. Estas últimas son, por lo general, de pequeño calibre, redondas, de carnes color amarillo-anaranjada y muy olorosas.
"El melón es como el matrimonio, que o se toma o no se toma, pero que no se puede catar"
Superado afortunadamente este viejuno refrán, en la actualidad eso de a "cala y cata" es algo del pasado, existiendo elementos visuales y táctiles que nos permiten discernir si la pieza que queremos adquirir está en su sazón o es un pepino mayúsculo.
En el caso de la variedad Piel de Sapo lo primero es su color, ni muy verde, signo de inmadurez, ni muy pardo, síntoma de exceso de madurez y probable avinado. La piel, con las características ya descritas, debe ser brillante y con ligeras tonalidades amarillas. Es propio también de la variedad presentar una amplia mancha de color amarillo-blanquecino, que se conoce como "cama", que es la zona de contacto del fruto durante su crecimiento y engorde con la tierra. La presencia de esta mancha es garantía de buena sazón del fruto.
Los melones de esta variedad tienen forma elíptica, como un balón de rugby. La presión ejercida suavemente en sus extremos también nos aporta información sobre el estado del fruto. Si a la presión la piel cede pero se mantiene firme es buena señal; si por el contrario se hunde, es síntoma de madurez avanzada. Más señales, la pieza debe ser compacta, con peso. Unos ligeros toquecitos sobre la corteza nos aportan igualmente información. Si el sonido que provocan es a tambor, quiere decir que el melón está hueco por dentro, le falta relleno. Dentro de esta variedad hay tipos de melón que presentan la piel escriturada, no siendo esto motivo de descarte de la fruta.
Características organolépticas y fisicoquímicas
En un buen melón los consumidores apreciamos sobretodo el contenido de azúcares naturales que se miden en grados brix y que deben estar comprendidos entre 14º y 15º. Los melones con estos índices, por lo general, son dulces, jugosos, con un contenido equilibrado en fibra y carne crujiente.
El melón es una fruta rica en potasio, fósforo y sodio, conteniendo también cantidades menores de calcio e hierro. La presencia de vitaminas B3 y B5 es igualmente significativa.
Beneficios para la salud
Dado su alto contenido en agua (+ 90%) es muy indicado para saciar la sed y estar bien hidratado en época de calor. Su consumo está indicado en todas las edades por los beneficios que aporta, neutralizando la acidez, es laxante y diurético, siendo quizás esta última característica la más relevante, ya que su consumo facilita en el organismo la eliminación de toxinas.
Receta
Batido de melón, manzana y kiwi
Ingredientes:
  • La carne de dos rajas/tajadas de melón
  • Una manzana verde
  • Un kiwi
  • Una cucharada sopera de zumo de limón
  • 200 cc de agua
  • Miel al gusto para endulzar si es preciso


Superficie y producción de melón en España. 2017.

En 2017 se sembraron en España alrededor de 20.000 hectáreas y se obtuvo una cosecha de más de 600.000 toneladas. Más de un tercio de esa superficie y producción es aportada por Castilla-La Mancha que es la primera región productora de melón del país, y de ello, casi un 30% por la provincia de Ciudad Real. Destacan en ella por implantación de cultivo, entre otros, los términos de Alcázar de San Juan, Manzanares, Daimiel, Campo de Criptana, Argamasilla de Alba, Tomelloso, todos pertenecientes a la zona amparada por la Indicación Geográfica Melón de La Mancha.

martes, 2 de enero de 2018

Me gusta el foro






Me gusta la capital. Parece mentira que haga esta afirmación,  cuando treinta y cinco años atrás, puse tierra y mar de por medio. Durante mucho tiempo no quise saber nada del foro, y ahora por circunstancias de la vida, vuelvo a andar por ella, y vuelvo a cogerle ese gustillo que me entró por los huesos la primera vez, en otoño del año 1971. Aquel año, el que huía no era yo, aunque de alguna forma sí, ya que forzado, acompañaba a mi padre, que también había salido en estampida del lugar donde vivíamos.

Cuando más de tres décadas atrás deserté, emulando los pasos de mi padre que antes lo había hecho, la máxima que seguíamos era el repudio a la ciudad que nos daba cobijo, pero donde ya no se podía vivir, por su maltrato y asfixia. Había que recuperar las raíces, volver al campo. Esa era la teoría, la pura entelequia que muchos emprendidos en aquellos años, y en la que hubo distintas suertes. Muchos quedaron en el empeño, otros fracasaron, y los que como yo aguantamos estoicos renunciando a un modo de vida, ahora miramos atrás nostálgicos, con una mezcla de equívoco y falsa reafirmación.

Las calles de esta gran urbe están llenas de vida, de actividad, de ajetreo continuo. Siempre que vuelvo sorprende esta vitalidad, que a pocos kilómetros, nos más de cien, algo más allá del extrarradio no existe, se extinguió, o más bien nunca fue porque no se necesitó.

En la perspectiva del paso de los años, las diferencias que siempre hubo entre la urbe y el campo, cada vez son mayores y brutales. Cien años han pasado del camino polvoriento, que salvando la vaguada del Guadarrama, conducía a Navalcarnero y era transitado por diligencias, que relataba Arturo Barea en su trilogía. Hoy esa ruta, antes camino de bestias, es una riada continua, noche y día, de vehículos, una arteria que mantiene, junto a otras, el pulso de la metrópoli.

Hoy, la mañana de Madrid lucía fría y luminosa, vista desde las afueras, desde la llamada sarcásticamente la Moraleja del Sur, se mostraba hundida en un manto espeso de contaminación, ese que en años secos y con temperaturas por encima de lo normal, se mantiene permanente durante semanas y va tornándose con el paso de los días en una amenazadora nube gris dañina. 

miércoles, 16 de agosto de 2017

Comida de hospital





Probablemente este sea un asunto de los mas vituperados entre pacientes y familiares, usuarios de la sanidad, que pasan periodos hospitalizados y son alimentados durante su estancia, por los propios centros o por empresas externas -cada vez con más frecuencia-, contratadas para tal menester. Seguramente hay opiniones para todos los gustos sobre la calidad y cantidad de esta pitanza. Mi experiencia y opinión sobre el particular, en los periodos que he estado ingresado, ha sido al principio de condescendencia y aceptación, y últimamente, crítica y beligerante, según he ido descubriendo el engaño que rodea el asunto.

En pocos años hemos pasado de la suave y ligera panga, desaparecida afortunadamente de los menús, por la polémica sobre su origen, crianza, alimentación y contaminación, a esas pescadillas-merluzas congeladas que te sirven en rodajas, mal hervidas, presentadas sin sabor e imposibles de comer, ya que más parece estás masticando estropajo que pescado. Sospecho que estos menús-dietas son diseñados y gestionados por conspicuos nutricionistas y ejecutados por cocineros, en general, faltos de recursos, con productos de calidad media-baja, y que carecen de imaginación en su elaboración. Es un suponer.

Desde la perspectiva de un humano no perteneciente al selecto y desarrollado mundo occidental, lo que aquí afirmo y argumento, seguramente es una sarta de imbecilidades y fruslerías, comparadas con los problemas reales que esas sociedades tienen para el acceso a derechos y servicios fundamentales de los que carecen: agua potable, vivienda, alimentación, y más aún a la sanidad, la educación, el trabajo...

Volviendo al tema de la alimentación en los hospitales y otros centros asistenciales, supongo que existe una variada gama de menús para atender las particularidades y necesidades de cada tipo de paciente, desde aquellos que precisan dietas específicas y limitadas en función de su estado y dolencia; pasando por las intermedias, con restricciones de algunos elementos (potasio, sal...); a las normales, cocinadas con poca grasa, sal y presencia abundante de verduras.

Sorprende que en algunas de esas dietas, cuando no son de obligada prescripción, y se permite al paciente su elección, figure la posibilidad de preferir mantequilla, bollería, o por poner un caso sangrante, ese invento suizo llamado San Jacobo, que con queso, jamón de york, y un espeso y aceitoso rebozo, quiere parecerse a nuestros monumentales e inigualables cachopos. Los socorridos caldos de ave, solos y escurridos, o con presencia de arroz, pasta o verduras, no tienen por qué ser agua caliente con color, ya que no es tan difícil aportarles algo de alegría y sabor, con una pizca de hierbas aromáticas, ajo, azafrán u otras especies y condimentos. Lo vuelvo a decir, lo que falta es imaginación en esas cocinas y catering.

Se puede hacer una larga lista de horrores culinarios. Otro ejemplo, que solo de leerlo produce escalofríos, pollo hervido sin piel. Te presentan un muslo y contra de esta guisa, así tal cual, cuando deshuesarlo y suministrar exclusivamente la carne magra con una ligera salsa, mejora notablemente el plato, haciéndolo más apetecible.
En materia de pescado impera el llamado fogonero o carbonero, de carne y textura parecida al bacalao, tiene un pase, pero depende mucho de la preparación. Se tiran el pegote llamándolo fogonero a la bilbaína, pero queda en eso y nada más, o rebozado a la romana.

En un hospital una dieta baja en potasio significa que te privan de numerosos alimentos habituales en nuestra alimentación diaria, entre otras, las legumbres, muchas verduras, algunas frutas, las papas, los frutos secos, y un largo etcétera. Si además a ello le unes las otras restricciones que ya tienes por tu estado de inmunodepresión, estás literalmente en pelotas.

Nunca me he quejado de la alimentación hospitalaria. He hecho de tripas corazón y he achantado con lo que tocaba, pero en el último ingreso y la vuelta a la tortura de la dieta baja en potasio, he estado inapetente durante unos días y comiendo poco. Sin quererlo me lo han puesto como vulgarmente se dice a huevo.

- Qué tal come? -me pregunta la médica de turno.

Respondo que regular, que llevo unos días ingiriendo poco alimento.

- Es que no me extraña, la comida del hospital deja bastante que desear, me dice.

No me deja responder y prosigue proponiendo que me traiga de casa la comida que me guste. Le contesto que eso es difícil, porque resido a mas de cien kilómetros del hospital. Me sugiere entonces que la encargue a algún establecimiento próximo, pero que coma lo que me apetece y guste.

Me quedo a cuadros con la proposición que supone a mi entender un reto y provocación, pero que no deja de ser curiosa, cuando además procede de un profesional sanitario. La noche de ese mismo día, y aprovechando que cerca del hospital hay lugares de compra accesibles, la inicio. En lugar del caldo caliente escurrido, me tomo un vaso de gazpacho, que me sabe a gloria, y que comparativamente es como tomarte un vaso de agua caliente y un chute de minerales y vitaminas. Como a todo le tengo que poner peros, desde el primer sorbo, noto que va cargado en exceso de pepino, lo que se nota enseguida porque repite en demasía. Leo luego las leyendas de componentes y valores nutricionales del tetrabrik. Está fabricado en Murcia, cuna de las conservas vegetales, como si en otros lugares de nuestro solar, no se hicieran conservas tan buenas o mejores que allí. 95 % de verduras frescas (tomate, pepino, pimiento, ajo y cebolla); aceite de oliva virgen extra, vinagre de Jerez, pimentón, sal... Para tratarse de un simple gazpacho, se han pasado cuarenta pueblos, catalogándolo como producto "gran gourmet", miserias de la mercadotecnia.

La segunda indisciplina de la cena la cometo con los 30 gramos de pan en forma de bollo diminuto que te surten. Lo relleno de abundante mortadela de Bolonia. No voy a entrar en su origen, denominación, etiquetado, porque el conjunto de la bandeja de la tal mortadela loncheada, es un dechado de fraudes y mentiras, a cual más gorda.
Me he saltado las normas, pero no tengo el más mínimo resentimiento, al día siguiente la analítica cantará si hay algo mas alterado de lo habitual, cosa que no va a suceder, sino todo lo contrario.

Prueba de que el sistema sanitario en estos temas está fuera de lugar e infiltrado de intereses económicos, que prevalecen por encima de la salud y bienestar de los pacientes, es que en muchos hospitales se permite la instalación y venta a través de maquinas auto expendedoras, de toda una batería de snacks cargados de grasas hidrogenadas y bebidas azucaradas nada saludables.  Todo vale.

sábado, 17 de junio de 2017

Eran tiempos

La "Cirila", hacía el trayecto entre San Benito y el Bº Nuevo, en La Laguna (Tenerife)

Los años de la niñez fueron tiempos convulsos, plagados de echos dramáticos, magnicidios, muertes... eso es al menos lo que ha quedado registrado en los anales de la Historia. Para un cándido y despreocupado infante esto no tuvo ninguna relevancia ni se entendía, porque además en el lugar de residencia, esos ecos llegaban -por lo general-, apagados y distorsionados, un espacio insular de esos ahora llamados periféricos.
Fueron tiempos de guerra fría, de enfrentamiento y crisis armamentística entre las dos grandes potencias mundiales del momento, de tu madre subiendo la escalera diciendo nerviosa que habían matado al presidente (J.F. Kennedy). Tiempos en los que otros asesinatos, los de MalcomX o Martín Lutero King, no tuvieron la misma resonancia. De la muerte de Juan XXIII, el papa bueno. De la ignominiosa guerra de Vietnam, del primer trasplante de corazón a cargo del doctor Ch. Barnard o de la llegada retrasmitida por TV del primer hombre a La Luna.
Eran tiempos en los que estos hechos llegaban a ti por los comentarios familiares o por las revistas del momento que encontrabas en tu casa, especialmente la americana Life, con imágenes impactantes que han quedado impresas en tu retina y cuya edición en español tenía un marcado tinte ideológico anticomunista y de idealización del estilo de vida americano.
En tu mundo cercano fueron tiempos de huelgas de los trabajadores de las guaguas, aquellos transportes públicos de madera, montados sobre chasis y motores extranjeros, que articulaban y comunicaban el territorio de cada isla. En los días álgidos de la lucha -fuertemente reprimida y perseguida-, la visión de guaguas quemadas o con motores inutilizados por la adicción de azúcar o agua a los depósitos de combustible y así los huelguistas impedían el trabajo de los esquiroles.
Eran tiempos en los que por las mañanas se podían oír los zumbidos y ronroneos de los motores de camiones que trasportaban todo tipo de mercancías del puerto al norte de la isla. El tráfico pesado, desviado por las obras de la autopista principal que unía la capital con el aeropuerto, ascendía por la antigua carretera general, giraba a la izquierda en la Cruz de Piedra hasta la glorieta del Padre Anchieta, y de allí enfilaba a los municipios norteños de la isla. Llegaste a desarrollar tal destreza auditiva, que sin mirar, sólo por el ruido que emitían, lograbas diferenciar entre las diferentes marcas de vehículos que había, inglesas, alemanas...
Fueron tiempos de instituto público en el más antiguo de las islas, un viejo convento agustino de mediados del siglo XIX, con un patio interior frondoso, donde ya tus hermanos habían dejado un buen rastro académico que pesaba sobre ti como una losa, pues no te gustaba estudiar y el aprendizaje era lento y tedioso. Lo tuyo era estar permanente en las musarañas y en la calle. Tiempos de enfrentamientos incomprensibles entre bandas de pibes de distintos barrios, que dirimían sus supuestas diferencias a palos y pedradas. De partidos de fútbol en campos polvorientos imaginarios acotados por piedras. De los primeros cigarros mentolados fumados a hurtadillas en los tubos de las cunetas de la vía palmerada de acceso principal a la muy noble y leal ciudad. De las matinés abarrotadas de pibes los domingos por la tarde en el cine Dácil. De los juegos al escondite en el barrio, en las noches calmas y calurosas. De las llamadas a timbres de casas y carreras.
Fueron tiempos de tardes entre anaqueles plagados de libros y revistas de la biblioteca universitaria, que te dejaban fisgonear y hojear, y que a buen seguro despertaron una imaginación aún mayor de la que tenías. De patines de ruedas sobre las losetas destartaladas de una plaza, en su tiempo mayor, que recuerdas poblada por centenarios laureles. De las tormentas y trombas de agua, que anegaban calles, y corrían con violencia y fuerza por desniveles, barrancos, avenidas y carreteras, arrastrando a su paso todo lo que encontraban. De otras tardes acompañando a tu madre en su labor de profesional sanitaria por los núcleos míseros y atrasados de El Rosario, donde a cambio del servicio podía recibir, en el mejor de los casos, productos de la huerta: papas, cebollas, ajos, algunas frutas. Del sentido y significado del término "tener fuerza en la vista" y "mal de ojo", una enfermedad cultural muy arraigada en comunidades rurales.
De los días lluvioso en los que un simple trozo de palo o madera, una leve astilla, cual embarcación, surcaba las aguas que se acumulaban y corrían en los bordes de las calles, y avanzaba buscando los puntos más bajos, que normalmente concluían en tu casa, a la que llegabas chorreando agua. Fueron tiempos felices, inocentes, despreocupados, que de buenas a primeras cambiaron bruscamente cuando te anunciaron que te ibas lejos de allí, a pasar una temporada, a otras tierras, a una capital castellana del norte. Asumiste la orden porque no te quedaba más remedio, y no fuiste consciente de su gravedad y envergadura hasta que empezaste a experimentar el brutal cambio en carne propia. La separación familiar, ese mundo nuevo que no conocías, el cambio de hábitos y rutinas, el sometimiento a una férrea disciplina, hicieron mella rápidamente y dejaron una huella que marcó tu futuro, te hizo más fuerte y resistente.