Verano, de Giuseppe Arcimboldo
Con la firme determinación de acabar
de una vez por todas con la sequía y silencio del blog, en los próximos 62 días,
los correspondientes a los meses de julio y agosto, tengo intención de
martillearos con las tontás que me sucedan
y se me ocurran, en estos días largos y cálidos de una de las cuatro estaciones
astronómicas y meteorológicas del año.
Al ser los días son más largos y las
noches más cortas parece como si el tiempo diera más de sí, te invitara a hacer
cosas que normalmente no haces, vivir más en la calle, frecuentar con mayor
asiduidad algunos sitios y mantener una relación más intensa de la habitual con
la gente y conocidos.
Sea como fuere, creo, es la estación
preferida de mucha gente, en la que los que pueden, disfrutan de vacaciones,
los chavales no tienen escuela, otros aprovechan el tirón del turismo y
consiguen trabajar unos meses y con los ingresos que obtienen, alivian las
penurias del resto ocioso del año. Tremendo panorama laboral el que tenemos.
Los pueblos se llenan de forasteros que buscan reencontrarse, unos
con sus raíces, y otros, simplemente desconectar del ajetreo urbanita. Aunque
parezca mentira, ahora en muchas zonas rurales, hay más posibilidades de
buscarse la vida que en la gran ciudad, y mucha gente está volviendo a sus orígenes.
Quien lo diría. Cuando en la China, que representa el 20% de la población mundial
(1.339 millones de habitantes), todo está preparado para un monumental
movimiento migratorio del campo a la ciudad, en algunos países del llamado primer mundo, hacemos lo contrario, y
eso a mi entender, es un síntoma evidente –entre otros-, del agotamiento del
sistema capitalista, que no tiene salida que ofrecer.
Bueno, lo dicho, aquí empieza Diario
del estío (Unus) que iré numerando
con palotes romanos. Mañana más.