Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

martes, 17 de junio de 2008

Viejos dinosaurios

En el mes de mayo y coincidiendo con el ingreso he tenido la desgracia de conocer a dos de ellos: Esteve Alderete y Vázquez, alguno de los cuales está considerado, sorprendentemente, como verdadera eminencia.
A ellos les acuso, entre otras cosas, del trato mal educado y descortés recibido, de que me hayan ignorado como persona…
Mi desprecio más absoluto a este tipo de personajes, que además y de forma impune, se permiten la osadía de negar la asistencia médica a un paciente porque llega de otro servicio con un diagnostico que ellos estiman es de su exclusiva incumbencia. Me consta que fueron varias las solicitudes interconsulta cursadas por medicina interna y la intervención de gerencia, para que accedieran a citarme en el mes de julio próximo.

Al primero de ellos, el tal Esteve, le pusimos el mote de butanero repartidor, con todos los respetos hacia los trabajadores que distribuyen gas embotellado y que no tienen culpa de nada en esta triste historia.
Tras la salida de la UCI y estancia durante unos días en planta de medicina interna, se valoró la conveniencia de que pasara a la planta de cardiología, donde se me podría tener monitorizado y mejor controlado, cosa que así se hizo.

En la segunda mañana de ingreso en cardiología, a primera hora de la mañana, se presenta en la habitación un tipo desaliñado, mal encarado, sin bata y que blandiendo una especie de dossier, pregunta a voces a los dos pacientes y acompañantes que allí nos encontramos, qué quien es el enfermo de hematología. Algo desconcertado, contesto que soy yo. Entonces dirigiéndose a mí me pregunta qué hago en esa planta, qué quien me ha mandado a ella y por qué sugiere en su informe la implantación de un DIP –una especie de mecanismo para evitar las arritmias-. Ni yo ni Marga podemos dar crédito a lo que está sucediendo.

Un médico está pidiendo explicaciones a un paciente de cuestiones que este no tiene porque saber y mucho menos explicar. Marga un poco mosqueada le pregunta que quien es él, ya que en ningún momento se ha presentado. Saliéndole del alma, en un arrebato de altanería contesta, que el es el que reparte los aparatos, y con la misma se da media vuelta y se larga. Marga le sigue al pasillo y le pide una explicación de lo sucedido, a lo que contesta que lo siente mucho, pero el no tiene la culpa de que yo padezca un linfoma, que procedo de otro servicio con un diagnóstico ya cerrado y que el no tiene ninguna intención de seguir mi caso como así ocurre en días posteriores. Son los médicos internistas que me han seguido desde la salida de la UCI los que me atienden.

En esa misma mañana hablamos con todos los médicos conocidos que me han tratado en los diferentes servicios por los que he pasado, les contamos el desagradable incidente vivido, encontrando amparo en su actitud de escucha y explicaciones, que revelan que con este médico llueve sobre mojado, que hemos hecho bien en no callarnos y que gerencia, como así parece ser, intervendría en el asunto.

Al segundo de ellos, apellidado Vázquez y para mas inri, Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital, le tengo que agradecer que durante los dos ecocardiogramas que me hizo en la UCI, ni me haya mirado a la cara, ni una palabra, ni un saludo ni despedida, nada de nada, yo para el no existía, era un fardo tirado en una cama.

Con esta última traca termino las entregas de estos días sobre la crisis de salud padecida, que dedico especialmente a los susodichos cardiólogos, que lamentablemente todavía ejercen en el sistema público de salud, que se creen dioses, una casta superior, y que en realidad son un desprestigio y una vergüenza para toda la clase médica y trabajadores hospitalarios.

Dudas e incertidumbres


A estas alturas de la película, y después de haber depositado, a pesar de los pesares, plena confianza en la medicina y sus profesionales, me surgen dudas que nadie me ayuda a solucionar.

Resulta que tras el diagnóstico inicial de las dos enfermedades, los médicos no se ponían de acuerdo sobre la conveniencia o no de iniciar el tratamiento de ambas patologías a la vez debido a su agresividad. Finalmente decidieron hacerlo, supongo que tras haber analizado los pros y contras, y consultarlo con otros centros. Así, en teoría, debería funcionar a mí entender el asunto, pero no lo sé. Si me trasmitieron las dudas iniciales que tenían, lo lógico hubiera sido también haber recibido una explicación del porqué de la decisión final y de los supuestos riesgos que entrañaba, como finalmente se ha demostrado ¿llegaron a evaluarlos?.

¿Habría ocurrido todo de igual manera si los médicos que ahora me atienden hubieran sido los mismos facultativos que prescribieron los tratamientos iniciales?. Creo que no. Aunque todo esté escrito, registrado y sustentado en pruebas contenidas en un expediente médico, la atención y seguimiento recibido se rompe y desaparece cuando su responsable se va y viene otro nuevo, por lo general, con distinto bagaje experimental. Haber pasado por la tutela, en poco más de siete meses, de cuatro hematólogos distintos y sin relación entre ellos me ha perjudicado.

Los episodios continuos padecidos de pérdida de defensas, durante la aplicación de las sesiones de quimio y su tratamiento mediante movilizadores de células madre ¿Podrían haberse producido de diferente forma y a distinta intensidad?
¿Se estimó el tremendo sobreesfuerzo y desgaste al que es sometido el organismo de forma continuada con la administración de fármacos generadores de neutrófilos?. Tengo serias dudas de que se haya hecho.

El primer ciclo y sesiones de quimio acabaron a finales del mes de enero. El control intermedio efectuado sobre la eficacia del tratamiento así como el final fueron alentadores, la enfermedad ha remitido y no quedan indicadores residuales. El linfoma está prácticamente curado aunque habrá que seguir con sesiones de recuerdo. Dos meses y medio después se presentan los primeros síntomas de lo que luego será la crisis cardiaca padecida. Tras pruebas y pruebas realizadas en los quince días anteriores al desenlace, nadie encuentra explicación. Bueno sí, estoy algo perturbado mentalmente.

En las numerosas pruebas previas que me hicieron deben existir parámetros, indicios y hasta evidencias que fueron pasadas por alto. La cardiopatía crónica o tardía está descrita en los libros de medicina y estudiada desde el año 1967. Es la de mayor importancia en cuanto a toxicidad en pacientes tratados con quimio, afectando a un 2% de los casos, y depende de la dosis acumulada de antraciclinas, siendo irreversible, caracterizándose por una pérdida progresiva de la función cardiaca, asfixia creciente hasta en situación de reposo y otros síntomas. Se afirma que la mejor manera de determinar el funcionamiento del corazón a efectos de recibir y de controlar el tratamiento es realizar una FEVI (fracción de eyección de ventrículo izquierdo). ¿Por qué no se me hizo esa prueba a mí?. Ahora me queda entrar en ese porcentaje importante de enfermos que mejora con la administración de medicación a base de digoxina y vasodilatadores, y reposo, mucho reposo y tranquilidad.

Ya no quiero seguirme haciendo más preguntas, que ante la falta de respuesta, amplían las incertidumbres y temores. Espero que con el paso de los meses recupere parte de las funciones del maltrecho corazón, las fuerzas que ahora me faltan, gane una batalla más y esté preparado para la siguiente. ¿O ya con esta se acabarán todas?