Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

viernes, 15 de febrero de 2008

De ranas, nata y mantequilla


Mi amiga Marga, la otra Marga -como ella se define-, la Marga cuenta cuentos, tirititera y farandulera, habitualmente me sigue en el blog desde su residencia paracuellense. Hace unos días me ha obsequiado con un bonito regalo, una recarga de ánimos y autoestima, y con un cuentecito que ha seleccionado para mí, y que promete contarme con la maestría que derrocha cuando se pone a ello. De momento –me dice-, me tendré que conformar con leerlo, pero sé que este verano, en una de esas noches calurosas y apacibles en las que quedamos a cenar, a hacernos unas risas, a compartir lo que tenemos, a contarnos avatares e historias, cae el cuento. Todo sea por convertir la nata en mantequilla.

Dice así: Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata.Inmediatamente se dieron cuenta que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como de arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.
Una de ellas dijo en voz alta: - No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril.
Dicho esto, dejó de patear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco. La otra rana, más persistente o quizá más tozuda se dijo: - ¡No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora.
Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas. De pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y remover, la nata se convirtió en mantequilla. Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.

Apostasía

No hace muchos meses la Audiencia Nacional, en una sentencia pionera, ha reconocido el derecho de un ciudadano a que la Iglesia Católica no conserve registros sobre él si decide apostatar.

El tribunal resolvía así una controversia entre un apóstata y el Arzobispado de Valencia, que se negaba a rectificar su Libro de Bautismo alegando que no se trata de un fichero de datos y que sus asientos no implican la pertenencia actual a la Iglesia Católica. La sentencia califica de "claramente insatisfactoria" la contestación que dio el Arzobispado a la petición "tanto desde la perspectiva del respeto a su derecho fundamental a la protección de datos de carácter personal", como al de libertad religiosa.

El registro en el Libro de Bautismo constituye "al menos una apariencia" de pertenecer a la Iglesia Católica, por lo que el tribunal encuentra legítima la "inquietud" del particular para que haya constancia de su oposición a formar parte de la misma.

El tribunal, amparándose en la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal, confirma que los registros bautismales están sujetos a la legislación sobre protección de datos, tienen la consideración de fichero por recoger datos de carácter personal e implican pertenencia a la Iglesia, y que esta, si "permanece impasible ante una petición de puesta al día de la información contenida en el registro", infringe el principio de calidad del dato, es decir su veracidad actual.