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domingo, 23 de mayo de 2010

El ajo, medicina naturista


El ajo (Allium sativum) es una planta cultivada que pertenece a la familia de las liliáceas, condimento alimentario usado desde tiempos inmemoriales y con profundas raíces en las tradiciones, las costumbres, la gastronomía y la cultura popular. Su origen es incierto, aunque mayoritariamente se considera oriundo de Asia, desde donde se extendió a toda Europa, y desde aquí hacia América, tras la conquista.

También es una planta profusamente utilizada en farmacopea, que goza además de la consideración de sanalotodo, no habiendo seguramente enfermedad o mal que no tenga alivio con una pequeña dosis de ajo. Sin embargo, algunas de las bondades que se le atribuyen, todavía no han sido corroboradas científicamente, como es en el caso del supuesto aumento de los niveles de colesterol bueno en la sangre, aspecto que aún no ha sido probado a partir de estudios clínicos con personas.

Contiene nutrientes como el calcio, hierro, magnesio, manganeso, fósforo, sodio, potasio, selenio, zinc, vitaminas B1 (tiamina), B2 (riboflavina), B3 (niacina), B5 (ácido pantotéico), B6 y C.

La aliina –farmacológicamente inactiva e inodora-, es la sustancia más importante presente en el ajo, constituyendo el 0,24% del peso total. Al cortarse o machacarse un diente de ajo esta sustancia entra en contacto con la enzima alinasa transformándose inmediatamente en otra molécula, la alicina, altamente volátil y causante del característico fuerte sabor y ligero picante del ajo.

La alicina, como se verá más adelante, tiene numerosos efectos benéficos. No obstante, la cocción del ajo destruye este compuesto, pero da paso a la liberación de otros diferentes, como la adenosina y el ajoeno, que poseen cualidades anticoagulantes y, se supone, reducen el nivel de colesterol.

Tradiciones y leyendas

Amuleto y aura mágica para repeler el mal de ojo; con poderes contra la oscuridad y todo lo que se oculta en ella. Látigo de brujas, demonios y vampiros sedientos de sangre…, hasta la misma muerte es derrotada por la sola presencia del ajo, que también por mor de su olor espanta a muchos humanos de a pié, un aroma singular que lo impregna todo, y prevalece cual colonizador, sobre los sabores de los restantes alimentos.

En Egipto era consumido por los esclavos que trabajaban en la construcción de las pirámides, ya que se le atribuían propiedades fortificantes y revigorizantes.

Durante los tiempos de la Grecia y Roma antigua, era consumido principalmente por soldados, navegantes y campesinos. Los gladiadores eran muy aficionados a su consumo por las propiedades excitantes de la libido que se le atribuían.

En la Edad Media ya se usaba con fines terapéuticos, generalmente para combatir enfermedades bacterianas.

Durante la Primera Guerra Mundial se empleó como antiséptico externo para desinfectar heridas cuando no se disponía de los antisépticos habituales.

Las virtudes del ajo

Sus propiedad antibióticas fueron comprobadas y verificadas a finales del siglo XIX, posteriormente se produjo el descubrimiento del componente básico del ajo, la aliina, de la que se deriva como se ha indicado anteriormente, la alicina, cuyo poder bactericida fue descubierto a mediados del pasado siglo.

Actualmente, científicos japoneses prueban sus efectos sobre pacientes con lumbago y artritis, mientras en la India, se están desarrollando estudios para demostrar que el ajo tiene un efecto preventivo en el desarrollo de la arteriosclerosis y de la tensión arterial alta (hipertensión).

Es eficaz como antibiótico, combatiendo numerosos hongos, bacterias y virus; en el control de enfermedades cardíacas, ya que reduce el bloqueo de las arterias; reduce la presión arterial y el colesterol; incrementa la liberación de insulina por parte del páncreas en la sangre; controla los daños causados por la arterioesclerosis, con la formación de placas y el reumatismo.

También se relaciona con la prevención de ciertos tipos de cáncer, y el tratamiento de cuadros de estrés y depresión. Se sabe que el ajo es un antidepresivo por excelencia, debido a que aumenta enormemente la vitalidad, y por consiguiente la calidad de vida. Mantiene la mente despejada y lúcida.

La virtud antihipertensiva del ajo –uno de los problemas de salud más importantes en los países desarrollados-; y de la actividad cardiaca y disminuidora de los riesgos de ataques cerebrales, está perfectamente demostrada: la alicina tiene como principal compuesto el sulfuro de hidrógeno que facilita la distensión de las membranas celulares vasculares disminuyendo de este modo la presión sanguínea y favoreciendo la circulación y el transporte de oxígeno mediante la hemoglobina de los glóbulos rojos a los órganos y, por consecuencia, implicando una menor fatiga (estrés) para el corazón;

Hace la sangre más fluida, con lo cual previene la formación de trombos y coágulos. Regula -debido al efecto vasodilatador descrito-, la tensión arterial, disminuyendo el número de latidos cardiacos, de ahí que prevenga anginas e infartos. Los compuestos presentes en el ajo mantienen la presión sanguínea baja, y tienen efectos similares a los de ciertos medicamentos betabloqueantes para el tratamiento de la hipertensión, como así se ha podido comprobar en investigaciones desarrolladas con pacientes, en los que la administración de ajo, redujo de media la presión sistólica entre 4 ó 5 puntos y la distólica entre 2 ó 3.

Se ha puesto en duda la capacidad del ajo para reducir el colesterol LDL (lipoproteína de baja densidad o "colesterol malo") en la sangre y la formación de placas arteriales; aunque sí posee una acción sobre las plaquetas, por lo que se desaconseja el consumo de suplementos de ajo si no es bajo responsabilidad médica ya que éstos o su ingesta excesiva puede afectar la correcta actividad de la coagulación.

Actúa favoreciendo la disminución de glucosa en la sangre por lo que conviene a los diabéticos.

En la artrosis, osteoporosis, reumatismo, al favorecer la eliminación de residuos tóxicos de las articulaciones y aumentar la microcirculación con el consiguiente aumento de nutrientes y minerales al hueso y articulaciones, buenos para el aparato locomotor.

Se ha demostrado científicamente que las personas que ingieren ajo no son picadas por los mosquitos, esto se debe a que somos capaces de digerir y/o metabolizar la sustancia activa que repele a los mosquitos, que posteriormente transpiramos a través de la piel.

También se usa el ajo en vía tópica para combatir las verrugas, además de ser también un eficaz vermífugo por vía oral. Hay una larga tradición de uso en la medicina herbaria, que ha utilizado el ajo para la ronquera y la tos.
Aumenta el funcionamiento de la glándula tiroides, por lo cual está indicado en la obesidad y el hipotiroidismo.

Favorece la secreción de corticoides internos por las glándulas suprarrenales, de ahí la clave de todas sus propiedades, pues ya se sabe que la medicina utiliza los corticoides en procesos alérgicos, problemas pulmonares, reumatismos.
Fortifica las defensas frente a cualquier clase de infección (bacterias, virus, hongos, parásitos).

Estimula el funcionamiento renal y ayuda a eliminar toxinas.

Nuestra modesta aportación a la Ciencia

Investigaciones en desarrollo desde hace unos años realizadas por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, han permitido determinar que la aplicación a determinadas dosis de extracto liofilizado de ajo morado, primero en animales de laboratorio, y luego, en pacientes de cáncer de próstata produce disminuciones importantes de células cancerosas.

Las investigaciones han permitido constatar que el extracto de ajo tiene efecto sobre el crecimiento invitro de la bacteria Helicobapter pylori causante de la úlcera gastroduodenal, y corroborar los efectos positivos ya descritos, sobre la disminución de la tensión arterial, las propiedades anticoagulantes, antibióticas y antitumorales.

Los estudios también han arrojado resultados sobre los efectos vasodilatadores que tiene en el cuerpo cavernoso del pene humano, con resultados similares a los obtenidos con el fármaco Viagra.

Cuándo y cómo consumir el ajo

En la cocina y gastronomía mediterránea el ajo forma parte afortunadamente de numerosos platos y guisos, a pesar de los detractores que también tiene, y que le acusan de que su potente sabor enmascara y empobrece el de otros alimentos.
En nuestra alimentación la recomendación es que se haga uso de él a diario y en estado crudo: por ejemplo añadiéndolo a las ensaladas, untándolo en pan tostado, o en salsas como el ajoaceite (alioli).

El ajo posee diferentes propiedades dependiendo si se consume en crudo o cocido, aunque en crudo es como mantiene intactas todas sus cualidades.

Para una dosis de un diente al día, y en personas que lo toleran o digieren mal, es aconsejable que se corte en trocitos pequeños, que pueden ingerirse sin masticarlos, con un poco de agua. El mal olor de boca que se produce tras su ingesta en crudo es mitigado por el zumo de naranja, la manzana o unas hojas de menta.

Otra opción son las perlas, cápsulas o extracto de ajo, cada vez más utilizados en medicina alternativa. Cualquiera que sea la forma elegida, y siempre que se haga con fines medicinales, lo aconsejable, es consultar con el médico antes de utilizarlo ya que no remplaza ningún tratamiento.

Además, aunque es un producto natural, debe consumirse con cuidado. En exceso puede causar alergias, afectar a quienes tienen problemas de coagulación o provocar bajas de tensión.

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