Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

martes, 25 de agosto de 2009

La parte de atrás de las cosas


Avilés recupera la luz y el color que hace años perdió con los altos hornos y la crisis de la siderurgia. La mierda de la ría y el hollín de los edificios están dando paso al gran complejo cultural, cuyo proyecto es regalo del prestigioso arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, padre de la futurista ciudad de Brasilia.

Lluanco está escarayao, otra mierda de Tinín, el polémico nuevo puertín de Pepín (dique exterior de 410 metros y previsión de 200 nuevos amarres), en plena crisis pesquera. Ya no se ven gaviotas, a esta hora sólo palomas por todos los lados y vuelos.

Los restos del castillo de Gozón que mi padre buscó y documentó incansable al desaliento ya aparecieron. Lástima. Mi madre dijo: “Guarda eso que algún día te puede servir de utilidad y gran valor”.

En Cuideiru (Cudillero), uno de los pueblos marineros más bonitos de la costa asturiana, me doy un chapuzón en el muelle después de habernos comido unas raciones de sardinas y pulpo regadas con unos culines de sidra. El agua está agradable, espesa y muy salada.

Completamos esta breve, hospitalaria y gratificante visita de unos días con una excursión al mirador de Següencu, cerca de Cangas de Onís. Desde lo alto se divisan los profundos valles de la zona, los pueblos y aldeas diseminados por ellos, las majestuosas e imponentes sierras del Sueve y Cuera.

Han pasado seis años ya desde la última visita. Aquí algunas cosas parecen estar como entonces. Las fuertes brumas se agarran, el verde sin fin de los prados es una continuidad en el paisaje y el tiempo; las gentes siguen bullendo en bares y sidrerías; en calles y terrazas que recorro recordando años pasados: la casa de los abuelos y los tíos, el humeante complejo fabril hoy casi completamente desmontado, las salidas a pescar y a la playa.

Ahora los recuerdos vuelven en forma de nuevas versiones e interpretaciones de lo que parecían ser las cosas y personas. No, no niñín, el abuelo era de Segovia y la abuela de Madrid. ¡Carajo! Siempre me dijeron que de Toro. Descubro nuevas historias nunca oídas. Me río con el tocome, tocote y tocarate. Calle Canóniga, 16, plaza de la Corrada del Obispo, detrás de la catedral. ¿Dónde está la parte de atrás de la cosas? ¡Donde se va a mear home!. Locura de estos bravos astures.