Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

miércoles, 7 de octubre de 2009

El nuevo yerno

Un muchacho tocó a la puerta de la casa de su novia. Tuvo el tino de abrir el padre de la muchacha.
– ¿Qué desea, joven?
– Pues, verá, vengo a hablar con usted.
– Bueno, pues pase joven, vayamos a la sala y ahí me cuenta de qué quiere hablar conmigo… ¿Y bien?

El joven, todo decisión, respondió:
– Mire usted, vengo a comunicarle que a su hija y a mí nos gustaría compartir nuestras vidas, nos queremos casar.

El señor sonrió.
– Pues está muy bien eso de que se casen.
Pero cuénteme, muchacho, ¿ya cuenta con un salario digno para poder sustentar a mi hija y los hijos quevengan?

El joven, con todo el aplomo del mundo, contestó:
– Mire, aunque soy ingeniero titulado, no gano mucho. Sin embargo, su hija me ha comunicado lo que ganan su distinguida esposa y usted. Por lo cual, confío en tener una pequeña ayuda de ustedes para poder pagar el teléfono, el agua, la luz y el supermercado.

Un poco sorprendido por la respuesta, el padre hizo otra pregunta:
– Bueno, ¿y piensan comprar un apartamento o una casa? ¿O prefieren rentar…?

El joven, con mirada inocente, contestó:
– Si antes le pedí una pequeña ayuda para poder ir viviendo, hemos pensado que, como esta casa es muy grande y pueden vivir perfectamente dos matrimonios, no es necesario comprar o alquilar apartamento o casa. Deseamos vivir en esta casa con ustedes.

El señor, desconcertado por la actitud del muchacho, continuó con el interrogatorio:
– Dígame algo, ¿tiene automóvil?

El joven, sonriendo, respondió:
– Mire, no tengo coche porque he estado pensando que si usted tiene tres, para qué vamos a comprar uno más. Usted nos deja el que les sobra y así no es necesario adquirir otro.

En ese instante entró en la sala la madre de la novia, quien mirando primero al joven y luego a su esposo, preguntó cordialmente:
– ¿Se puede saber de qué platican?

El esposo respondió:
– Querida mía, qué bueno que llegas… Quiero presentarte al señor Árbitro, quien pretende ser el futuro marido de nuestra hija...

El joven, desconcertado y molesto, inquirió:
– Oiga, ¿por qué me llama señor Árbitro?

A lo que el presunto suegro reviró:
– ¡¡Y bueno, grandísimo hijo de puta!! ¿Cómo demonios quieres que te llame, si hasta ahora lo único que vas a poner en esta casa es el pito?