Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

miércoles, 16 de agosto de 2017

Comida de hospital





Probablemente este sea un asunto de los mas vituperados entre pacientes y familiares, usuarios de la sanidad, que pasan periodos hospitalizados y son alimentados durante su estancia, por los propios centros o por empresas externas -cada vez con más frecuencia-, contratadas para tal menester. Seguramente hay opiniones para todos los gustos sobre la calidad y cantidad de esta pitanza. Mi experiencia y opinión sobre el particular, en los periodos que he estado ingresado, ha sido al principio de condescendencia y aceptación, y últimamente, crítica y beligerante, según he ido descubriendo el engaño que rodea el asunto.

En pocos años hemos pasado de la suave y ligera panga, desaparecida afortunadamente de los menús, por la polémica sobre su origen, crianza, alimentación y contaminación, a esas pescadillas-merluzas congeladas que te sirven en rodajas, mal hervidas, presentadas sin sabor e imposibles de comer, ya que más parece estás masticando estropajo que pescado. Sospecho que estos menús-dietas son diseñados y gestionados por conspicuos nutricionistas y ejecutados por cocineros, en general, faltos de recursos, con productos de calidad media-baja, y que carecen de imaginación en su elaboración. Es un suponer.

Desde la perspectiva de un humano no perteneciente al selecto y desarrollado mundo occidental, lo que aquí afirmo y argumento, seguramente es una sarta de imbecilidades y fruslerías, comparadas con los problemas reales que esas sociedades tienen para el acceso a derechos y servicios fundamentales de los que carecen: agua potable, vivienda, alimentación, y más aún a la sanidad, la educación, el trabajo...

Volviendo al tema de la alimentación en los hospitales y otros centros asistenciales, supongo que existe una variada gama de menús para atender las particularidades y necesidades de cada tipo de paciente, desde aquellos que precisan dietas específicas y limitadas en función de su estado y dolencia; pasando por las intermedias, con restricciones de algunos elementos (potasio, sal...); a las normales, cocinadas con poca grasa, sal y presencia abundante de verduras.

Sorprende que en algunas de esas dietas, cuando no son de obligada prescripción, y se permite al paciente su elección, figure la posibilidad de preferir mantequilla, bollería, o por poner un caso sangrante, ese invento suizo llamado San Jacobo, que con queso, jamón de york, y un espeso y aceitoso rebozo, quiere parecerse a nuestros monumentales e inigualables cachopos. Los socorridos caldos de ave, solos y escurridos, o con presencia de arroz, pasta o verduras, no tienen por qué ser agua caliente con color, ya que no es tan difícil aportarles algo de alegría y sabor, con una pizca de hierbas aromáticas, ajo, azafrán u otras especies y condimentos. Lo vuelvo a decir, lo que falta es imaginación en esas cocinas y catering.

Se puede hacer una larga lista de horrores culinarios. Otro ejemplo, que solo de leerlo produce escalofríos, pollo hervido sin piel. Te presentan un muslo y contra de esta guisa, así tal cual, cuando deshuesarlo y suministrar exclusivamente la carne magra con una ligera salsa, mejora notablemente el plato, haciéndolo más apetecible.
En materia de pescado impera el llamado fogonero o carbonero, de carne y textura parecida al bacalao, tiene un pase, pero depende mucho de la preparación. Se tiran el pegote llamándolo fogonero a la bilbaína, pero queda en eso y nada más, o rebozado a la romana.

En un hospital una dieta baja en potasio significa que te privan de numerosos alimentos habituales en nuestra alimentación diaria, entre otras, las legumbres, muchas verduras, algunas frutas, las papas, los frutos secos, y un largo etcétera. Si además a ello le unes las otras restricciones que ya tienes por tu estado de inmunodepresión, estás literalmente en pelotas.

Nunca me he quejado de la alimentación hospitalaria. He hecho de tripas corazón y he achantado con lo que tocaba, pero en el último ingreso y la vuelta a la tortura de la dieta baja en potasio, he estado inapetente durante unos días y comiendo poco. Sin quererlo me lo han puesto como vulgarmente se dice a huevo.

- Qué tal come? -me pregunta la médica de turno.

Respondo que regular, que llevo unos días ingiriendo poco alimento.

- Es que no me extraña, la comida del hospital deja bastante que desear, me dice.

No me deja responder y prosigue proponiendo que me traiga de casa la comida que me guste. Le contesto que eso es difícil, porque resido a mas de cien kilómetros del hospital. Me sugiere entonces que la encargue a algún establecimiento próximo, pero que coma lo que me apetece y guste.

Me quedo a cuadros con la proposición que supone a mi entender un reto y provocación, pero que no deja de ser curiosa, cuando además procede de un profesional sanitario. La noche de ese mismo día, y aprovechando que cerca del hospital hay lugares de compra accesibles, la inicio. En lugar del caldo caliente escurrido, me tomo un vaso de gazpacho, que me sabe a gloria, y que comparativamente es como tomarte un vaso de agua caliente y un chute de minerales y vitaminas. Como a todo le tengo que poner peros, desde el primer sorbo, noto que va cargado en exceso de pepino, lo que se nota enseguida porque repite en demasía. Leo luego las leyendas de componentes y valores nutricionales del tetrabrik. Está fabricado en Murcia, cuna de las conservas vegetales, como si en otros lugares de nuestro solar, no se hicieran conservas tan buenas o mejores que allí. 95 % de verduras frescas (tomate, pepino, pimiento, ajo y cebolla); aceite de oliva virgen extra, vinagre de Jerez, pimentón, sal... Para tratarse de un simple gazpacho, se han pasado cuarenta pueblos, catalogándolo como producto "gran gourmet", miserias de la mercadotecnia.

La segunda indisciplina de la cena la cometo con los 30 gramos de pan en forma de bollo diminuto que te surten. Lo relleno de abundante mortadela de Bolonia. No voy a entrar en su origen, denominación, etiquetado, porque el conjunto de la bandeja de la tal mortadela loncheada, es un dechado de fraudes y mentiras, a cual más gorda.
Me he saltado las normas, pero no tengo el más mínimo resentimiento, al día siguiente la analítica cantará si hay algo mas alterado de lo habitual, cosa que no va a suceder, sino todo lo contrario.

Prueba de que el sistema sanitario en estos temas está fuera de lugar e infiltrado de intereses económicos, que prevalecen por encima de la salud y bienestar de los pacientes, es que en muchos hospitales se permite la instalación y venta a través de maquinas auto expendedoras, de toda una batería de snacks cargados de grasas hidrogenadas y bebidas azucaradas nada saludables.  Todo vale.