Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

jueves, 28 de mayo de 2009

Bruselas


He vuelto a la vieja y oficiosa capital comunitaria. No sé cuantas son ya las visitas efectuadas en los últimos años siempre por motivos de trabajo, pero invariablemente me parece la misma: Fea, gris, huidiza… Su elección capitalina se produjo debido a la tradición neutral de Bélgica en los diferentes conflictos europeos y a su ubicación geográfica cuando se puso en marcha esta historia interminable y fracasada de la Unión Europea. Fueron a elegir seguramente lo más viejo y rancio de las ciudades del norte. Lo siento por sus nativos a los que la medida les supuso una propaganda, reconocimiento y ventajas importantes, pero también alguna que otra molestia e inconveniente.

Es una ciudad cara, pequeña y probablemente manejable en su gestión y ordenamiento, pero donde casi todo el mundo está de paso y en una provisionalidad continua por aquello de ser sede de la maquinaria política, administrativa y económica de casi quinientos millones de almas y donde también tienen sus reales los militares de la OTAN. Gran parte de su cerca de millón de habitantes proceden de otros países y eso se nota en los rasgos de las gentes que encuentras en la calle, en los transportes, en los establecimientos públicos, en las instituciones.

Veinticuatro lenguas de veintisiete países, una muchedumbre de funcionarios, decenas de miles de plazas de hospedaje, tropeles de intérpretes y traductores; muchos y variopintos servicios de toda índole, taxis, viajes, cuatro países próximos a cerca de una hora de distancia, mejillones hervidos o en salsa, papas fritas, antigüedades, bombones y cervezas.

Desde el aire al llegar vemos el Atomium con sus esferas de acero conectadas por tubos, símbolo de la ciudad y de la exposición universal de 1958. Cerca de él la estructura ovalada del trágico estadio de Heysel. Esta vez las ocupaciones nos permiten visitar la monumental Gran Plaza, una de las más bellas por la riqueza de sus fachadas y sus construcciones medievales. Ahí está la placa que recuerda los ajusticiamientos practicados por los españoles en tiempos imperiales, en los que Flandes era una provincia de Carlos V. Nos perdemos por las callejuelas laterales, me duelen los pies.

Volvemos a nuestro hotel no muy lejos, caminando, comentamos los resultados de nuestro encuentro. La cosa ha ido bien. Una joven funcionaria argentina nos ha tratado amablemente y nos ha facilitado todo tipo de detalles, facilidades y colaboración en la tarea que perseguimos. La cosa tiene trabajo pero pinta bien. La humedad se hace pegajosa. Una ducha lo arregla. Son las siete de la tarde, me tumbo en la cama y me quedo transpuesto. Sueño con alguien que llama a su perro en la calle, con un coche que pasa con música árabe sonando muy alta, con estruendo de nubes… No, no, está lloviendo fuerte, hacía tiempo que no oía llover así de violento. El agua se cuela por las ventanas abiertas. Me levanto y las cierro.

Cuando escampa salimos a cenar. Vamos a un portugués, tomamos bacalao braseado. Nos enfrascamos en una conversación que nos lleva a un callejón sin salida, la misma situación en la que están muchos profesionales del campo cuya actividad atraviesa serias dificultades a las que no se les ve solución. Europa dicen ya no necesita agricultura. La sociedad bien manipulada no quiere más subsidios agrícolas. La agricultura es moneda de cambio. Nos van a meter en un buen lío: No puede haber campo, naturaleza, medio ambiente y vida en los pueblos, sin agricultores. Eso es lo que quieren estos ornitorrincos del libre comercio y del mercado, estos profetas de la globalización. La jugada les va a salir mal y expulsarán, como del paraíso, a mucha gente. Nos las van a hacer pasar canutas.

Ahora vienen elecciones europeas. A nadie le interesa Europa, pero ellos seguirán allí, erre que erre, decidiendo a nuestras espaldas, por nosotros, con una exigua representación obtenida tras una participación próxima al 50%. ¡Estarán contentos! Alemania la locomotora no quiere ya poner más pasta. Francia a por la heroica. A nosotros se nos arruga el morro de pensar que de receptores netos de fondos pasaremos a pagadores. Los nuevos se retuercen porque no les llegan las ayudas.

¡Menudo plan!, pero seguiremos yendo a Bruselas en busca de nada, a darnos una vuelta, a ver al niño meón y a filosofar por sus calles y restaurantes.

sábado, 23 de mayo de 2009

Hace un año


Hace aproximadamente un año celebraba mi onomástica ingresado en el hospital. Ha pasado ya uno entero, pero no ha sido uno más que se suele decir. Ha quedado atrás uno complicado, de lucha, de incertidumbres, de cambios y novedades, de luces y sombras…

Hoy las cosas son muy diferentes a entonces y se han abierto nuevas perspectivas. Esta experiencia vivida me ha cambiado la vida, nos ha cambiado a todos los cercanos… a mejor, aunque los tiempos pintan bastos y decir esto en estos momentos pueda resultar una chulería.

Somos mejores, hemos enriquecido personalmente. Tesón, apoyo, colaboración solidaria…, son actitudes que nos han aportado una nueva dimensión a las relaciones humanas y familiares, que han permitido mejorar un poco esta existencia sometida a continuos vaivenes y sobresaltos, a intermitentes alegrías salpicadas de algún que otro disgusto, a acontecimientos ajenos que no queremos oír ni que sucedan: “el hijo de fulanita y menganito ha tenido esta mañana un accidente de moto y está muy grave”.

Nos persigue siempre el riesgo del error y del accidente que mancha y tiñe de rojo los tranquilos y apacibles días deseados. ¿Tiene que ser así? ¿Siempre ha sido de esta manera?

Oigo en la radio una entrevista con una responsable de la Asociación Española de Afectados por Linfomas (AEAL), desconocía su existencia. Me capta la atención una palabra mágica: remisión, y el proyecto que pretenden desarrollar para ayudar a los pacientes y familiares a volver a la normalidad una vez que han terminado los tratamientos.

Lo he estado haciendo sin ayuda externa, sólo con la gente de rededor. Hace tiempo que me lo dijeron: “Está Vd. en remisión”. Me lo han vuelto a repetir no hace mucho: “Sigue Vd. en remisión”. La remisión de la enfermedad en términos médicos significa que las pruebas de control no detectan su presencia. Pero ¿por cuánto tiempo? Son muchas las preguntas que te surgen después de un largo período de lucha, de tratamiento y de sus malignas secuelas. ¿Cómo volver a la normalidad de la vida o a la vida normal si existe?; al trabajo ¿desempeñaré de igual forma las funciones que realizaba?

Afortunadamente no he anticipado respuestas a la espera de analizar la experiencia de la progresiva vuelta. Aún sabiendo las limitaciones existentes y que nunca alcanzaré la “normalidad” y “el pleno desempeño laboral” anterior, debo pensar en positivo.

Dicen los expertos que este tipo de reacciones son normales después de haber pasado por una dura experiencia como el cáncer, su tratamiento y, en mi caso, las secuelas cardiaca y neurológica. También que es normal que el proceso de ataque de la enfermedad genere emociones como el miedo, la incertidumbre, la ansiedad, la tristeza, junto a los efectos físicos de las terapias.

Durante la enfermedad y los tratamientos los enfermos ponemos en marcha todos nuestros recursos. Cuando se consiguen superar estos procesos, por lo general, pensamos en la experiencia vivida y sentimos miedo, miedo de lo pasado e incertidumbre de lo que nos deparará el futuro.

Es importante entonces recuperar el equilibrio emocional si se ha perdido o está deteriorado. Me aconsejan que exprese en voz alta mis sentimientos y pregunte todo aquello que me preocupa.

Las fuerzas después de un continuo y sorprendente período de recuperación empiezan a flaquear. La fatiga vuelve a hacer acto de presencia. Creo que tanto física como mentalmente necesito un período de adaptación más dilatado que las exigentes normas laborales oficiales y yo mismo hemos acortado. Necesito más tiempo pero no estoy dispuesto a renunciar a los pasos dados ya en materia de reincorporación laboral. Me ha picado el gusanillo.

¿Pero realmente lo que quiero es volver a la rutina perdida o aprovechar para iniciar y disfrutar de otro tipo de vida más responsable y saludable? Me quedo con lo último.


La vida es bella


Disfrútala mientras puedas, algunos consejos para mejorar

· Camina de 10 a 30 minutos todos los días. Sonríe.
· Siéntate en silencio por lo menos 10 minutos cada día. Enciérrate si es necesario.
· Escucha buena música todos los días, es un auténtico alimento para el espíritu.
· Al despertar en la mañana proponte una meta.
· Vive con las tres es: Energía, entusiasmo y empatía.
· Juega más juegos y lee más libros que el año pasado.
· Mira al cielo al menos una vez al día, date cuenta de la majestuosidad del mundo que te rodea.
· Sueña más mientras estás despierto.
· Come alimentos naturales, pequeñas bayas, frutos secos, té verde, mucha agua y una copa de vino al día (asegúrate de brindar con ella por algo hermoso y, a ser posible, hazlo en compañía de tus seres queridos).
· Trata de hacer reír a por lo menos tres personas cada día.
· Elimina el desorden de tus cosas.
· No gastes tu tiempo en chismes, cosas del pasado, pensamientos negativos…, invierte tu energía en lo positivo del presente.
· Date cuenta que la vida es una escuela y tú estás en ella para aprender. Los problemas que van y vienen son lecciones. Lo que aprendes de ellos es para toda la vida.
· Desayuna como rey, come como príncipe y cena como mendigo.
· No dejes pasar la oportunidad de abrazar a quien aprecias.
· La vida es muy corta como para desperdiciar el tiempo odiando a alguien.
· No te tomes a ti mismo tan en serio. Nadie más lo hace.
· No tienes que ganar cada discusión. Acepta que no estas de acuerdo y aprende del otro.
· Ponte en paz con tu pasado, así no arruinará tu presente.
· No compares tu vida con la de otros. No tienes idea del camino que ellos han andado en ella.
· Nadie está a cargo de tu felicidad excepto tu mismo.
· Recuerda que tú no tienes el control de todo lo que te sucede, pero sí de lo que haces con ello.
· Aprende algo nuevo cada día.
· Lo que la demás gente piense de ti no es de tu incumbencia.
· Aprecia tu cuerpo y disfrútalo.
· No importa que tan buena o mala sea la situación, ésta cambiará.
· Tu trabajo no se ocupará de ti cuando estés enfermo. Tus amigos sí lo harán. Mantente en contacto con ellos.
· Desecha cualquier cosa que no sea útil, bonita o divertida.
· La envidia es una pérdida de tiempo. Tú ya tienes todo lo que necesitas.
· Lo mejor está aún por venir.
· No importa cómo te sientas, levántate, vístete y asiste.
· Ten sexo siempre con plenitud de tu ser.
· Llama a tus familiares con frecuencia y mándales correos diciéndoles: ¡Hoy, estoy pensando en vosotros!
· Cada día al final de él, repasa lo hecho y felicítate por lo conseguido.
· Disfruta del viaje. Sólo tienes una oportunidad, sácale el mayor provecho.

lunes, 18 de mayo de 2009

San Isidro, patrón labriego


Voy a por el pan de cada día. La bandera nacional engalana el largo balcón consistorial. Luce así de forma espléndida la plaza constitucional para la ocasión isidril, patrón labriego celebrado a golpe de procesión, banda municipal y llamamiento eclesiástico. Esa Iglesia católica, inmensamente rica, que goza de exención fiscal y se va a gastar tres millones de euros de los contribuyentes en una campaña publicitaria para que en la declaración de la renta, se ponga la cruz en su casilla y también en la de otros fines sociales, con lo cual se lleva un pastón. ¡No pongáis cruz en ninguna de las dos casillas!

¡Que trabajen como todo hijo de vecino! Me dice un amigo que la profesión de cura es de las mejores, una especie de funcionario espiritual: ¡trabajan una hora al día y además con vino!. Bromas aparte están montaraces estos curas y jerarcas eclesiásticos, llaman a arrebato como si el mundo fuera a acabarse.

El amnésico y el olvidador


Hay una diferencia sustancial entre el amnésico y el olvidador, y entre éste y olvidadizo, que es apenas un precandidato a olvidador. El amnésico ha sufrido una amputación (a veces traumática) del pasado; el olvidador se lo amputa voluntariamente, como esos reclutas que se seccionan un dedo para ser eximidos del servicio militar. El olvidador no olvida porque sí, sino por algo, que puede ser culpa o disculpa, pretexto o mala conciencia, pero que siempre es evasión, huida, escape de la responsabilidad.

No obstante, el olvidador nunca logra su objetivo, que es encerrar el pasado (cual si se tratara de desechos nucleares) es un espacio inviolable. El pasado siempre encuentra un modo de abrir la tapa del cofre y asomar su rostro. El amnésico hace a menudo denodados esfuerzos para recuperar su pasado, y a veces lo consigue; el olvidador hace esfuerzos, igualmente denodados, por desprenderse de el mismo, pero sólo cosecha frustración, ya que nunca logra el pleno olvido. El pasado siempre alcanza a quien reniegan de él (así se trate del mismísimo Macbeth), ya sea infiltrándose en signos o en gestos, en canciones o en pesadillas. Los pueblos nunca son amnésicos. Amnistía no es amnesia. La tradición es un recurso de la memoria colectiva, pero también hay otros, menos inofensivos.
Tampoco los gobiernos son amnésicos aunque a veces intentan ser olvidadores. Curiosamente su forma de olvidar suele ser proselitista, ya que su objetivo es que los demás también olviden. Siempre es un mal síntoma cuando un gobernante intenta basar su poder en el olvido colectivo. Por lo general, es entonces cuando propone empezar desde cero, como si eso fuera posible. Lo cierto es que esa frase tiene para él un encanto particular. Hay que prohibirse mirar hacia atrás; hay que mirar siempre hacia adelante, no tener "ojos en la nuca".

Es obvio que se trata de una metáfora oficial, burocrática, pero en el subsuelo de cada metáfora siempre yace un sentido recóndito. El significado superficial es que no cultivemos el rencor ni la venganza. Bravo. El significado recóndito es que renunciemos a ser justos: que el sentido de la justicia desaparezca junto con los desaparecidos. De todo el legado de los Evangelios, sólo rescatan aquello de poner la otra mejilla, y en consecuencia preparan minuciosamente la segunda bofetada.

Sin embargo, ningún pueblo logra una verdadera paz si tiene un pasado pendiente. Los olvidadores también lo saben (¿quién puede no saberlo?) pero no les importa mucho, porque en el fondo no les importa la paz.
Mario Benedetti