Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

domingo, 8 de junio de 2008

El box nº 7

Las Unidades de Cuidados Intensivos hospitalarias son algo así como las fuerzas de choque, de élite e intervención rápida de los ejércitos, y en teoría, están integradas por los mejores y más capacitados profesionales, en este caso, de la práctica médica.

A ellas llegan los enfermos que presentan cuadros de enfermedad críticos: infartados, accidentados, terminales o con graves patologías que afectan a diferentes órganos vitales del cuerpo… Debido a estas particularidades son unidades de estancia corta o media.

Mi ingreso en la UCI y la estancia durante once días fue mi salvación y la vuelta a una vida que en días anteriores se había ido apagando lentamente. Lo experimenté como el retorno a la vida, aunque sólo al final tuve consciencia de la gravedad del asunto y de la dolencia que padecía. Hasta entonces el marrón se lo habían comido mi familia, los amigos y compañeros que durante esos días conocían la dimensión de la cardiopatía y habían estado pendientes de la evolución del caso.

La UCI del hospital de Talavera de la Reina creo que es de planta cuadrangular, con un control en el centro, boxes y salas de aislamiento ubicadas a su alrededor. Me colocaron en el box número siete, justo enfrente del control y un gran reloj, que fue mi salvación y me permitió llevar el control horario, aunque en los momentos de desorientación que tuve, me mosqueaba porque el minutero no avanzaba con la celeridad de un segundero inexistente. Del exterior ninguna referencia a si hacía sol o estaba nublado y llovía.

La estancia frente al control me permitió estar pendiente de los cambios de turno del personal sanitario, y parcialmente conocer, aunque hubiera preferido no oír nada, del estado y evolución de los pacientes más cercanos. A mi derecha una mujer mayor en estado de coma, a mi izquierda un anciano con la tráquea abierta y entubado. No hubiera querido saber nada tampoco del joven rumano que ingresó con una infección desconocida de la que tardaron días en saber su origen, que finalmente también conocí y prefiero no contar por desagradable.

Según pasaban los días preguntaba cuanto me quedaba de estancia, ya no quería estar más en un sitio así, dicen que el de mayor concentración de virus y bacterias por metro cúbico de aire. Pero aún así tengo que reconocer que el personal de estas unidades, desde los médicos hasta el último mono de la jerarquía sanitaria, está hecho de otra pasta, aunque existen excepciones en todos los sitios: el incompetente de nacimiento, el que se escaquea continuamente, el viejo dinosaurio que trata a los pacientes como objetos, pero en su consulta privada y al módico precio de ciento veinte euros los atiende con una delicadeza exquisita. El resto, que son mayoría afortunadamente, son gente joven y veterana, con experiencia, con una predisposición al servicio al paciente y empatía encomiables, simpáticos, cariñosos…

Hace meses echaba pestes y así lo denuncié del sistema sanitario existente, que creo da igual cómo se llame dependiendo de su gestión regional. Hoy no me queda más remedio que romper una lanza a favor de los profesionales de la UCI del hospital de Talavera, aunque en una próxima entrega me referiré al desagradable incidente que me tocó vivir, ya en planta, con un viejo dinosaurio de los que me refería anteriormente.