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jueves, 27 de agosto de 2009

Cocos de Ribadeo, símbolo y joya de la cultura popular


En las fiestas de Ribadeo -16 de agosto y 8 de septiembre-, los Cocos y sus hijos, los Cabezudos, de mañana, van por las calles bailando al son de la gaita y el tambor. Los Cocos –el Coco y la Coca- son dos muñecos bailarines, gigantones de cartón de 3,50 metros de altura -que dicen algunos-, tienen vida bajo su apariencia guiñolesca.

Son llevados por personas que se sitúan en su interior y los manejan ejecutando bailes y danzas en su recorrido por las calles. Darles vida requiere fuerza, resistencia, equilibrio y habilidad ya que su sujeción y evolución se realiza mediante barras interiores situadas a poca altura.

La pareja, según se ha contado a lo largo de décadas, es obra de artesanos locales y representación de un matrimonio muy popular y de vida escabrosa de mediados del siglo XIX. Él, cargo político o administrativo importante, mientras que ella le ponía los cuernos. Los rizos exagerados en la cabellera del Coco son el recuerdo de la ligereza matrimonial de la Coca. Vestían ropas propias de su categoría social que fueron cambiando y evolucionando según la moda, especialmente los atuendos de ella. Al principio, el Coco, vistió uniforme de almirante, sustituido a principios del siglo XX por el frac.

El matrimonio fue prolífico. Los primeros hijos de los que hay constancia allá por el año 1898 y que murieron jóvenes, se llamaban Chulo y Chula o Señorito y Señorita. Después de la II Guerra Mundial nacen Popeye, el Gordo y el Flaco, la Bella, Pataqueiro, el Payaso, el Aldeano, y algún otro fallecido a corta edad.

Actualmente los Cocos están representados mediante dos estatuas metálicas en la plaza de San Roque de Ribadeo, cuyo Concejo es el encargado de su custodia y mantenimiento, además de los restantes cabezudos utilizados en los pasacalles festivos. Su recogida se producía al grito de morreu papá, morreu mamá, ya que para ser guardados tenían que ser tumbados en el suelo.

La sabiduría popular les confiere eternidad e inmortalidad, inteligencia y gran preparación, y la misión de difundir alegría, aunque la tristeza torture sus corazones, dándose la particularidad de que nunca fueron invocados por los padres para asustar a los niños, ya que esos cocos del miedo infantil, son otros.

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El día de la visita, Ribadeo está de mercadillo. Hay gentes variopintas por todos los lados en un ir y venir ajetreado de recados y encargos, o de simple holganza y miranda, entre los puestos abigarrados de una pequeña plaza y calles laterales. Hay de casi todo como ocurre en estos zocos semanales: textil, zapatería, flores y plantas, frutas y verduras, quesos, chacinas, pan y pastelería, etc. Hay colorido, hay bullicio, hay actividad de los ambulantes que recorren pueblos, aldeas y parroquias vendiendo sus géneros y productos.

En un tenderete venden libros. El vendedor los va tirando sobre el tablero en el que caen en montón desordenado, y cantando su precio: ¡a dos euros, oiga, sólo a dos euros!. Me acerco y compruebo que entre algunos cuentos infantiles, muchas revistas viejas y coleccionables, varios vademécum y tratados de medicina y psicología aplicada, hay alguna literatura y ensayo. Escarbo y recupero algunos volúmenes: Herman Hesse, Vila-Matas, cuentos españoles de la Edad Media, Copi, un tratado sobre el sexo de los ángeles… ¡Diez euritos señor!

El gitano de otro ante mi interés me ofrece ajos. A tres leuros el kilo, siñor. Los tiene más baratos pero son de los que llamamos de estrío: calibres pequeños, cabezas rotas, dientes sueltos. Por su color y forma identifico que son ajos chinos cultivados aquí. Le pregunto de donde vienen y me dice que de Segovia. ¿De Vallelado? Continúo. Me mira sorprendido afirmando que si. Le pregunto si conoce Las Pedroñeras y me contesta que no, que eso está muu lejos. Ahí queda la cosa.

En otro venden melones manchegos, tienen buena pinta. Tamaño regular, corteza escriturada y color verde dorado, de maduro; cama amarilla… Seguro que están güenos.

Se acerca el mediodía y ya hay apetito. Empanadas, embutidos, quesos, jamones, tocinos bailan delante de nuestros ojos. La boca empieza a salivar. Compramos unos hermosos tomates maduros, un poco de jamón y tocino ahumado, dos porciones de empanada de atún, una cuña de queso zamorano y un buen pedazo de pan de centeno. Por poco dinero y más rapidez, hemos apañado la pitanza del día de la que daremos cuenta unos kilómetros mas tarde, metidos de lleno en la provincia de Lugo, en un riachuelo de frescas aguas y a la sombra de pinos y eucaliptos en Sargadelos, donde la cerámica.

Enlaces:
Los cocos, ribadenses de cartón
http://gl.wikipedia.org/wiki/Os_cocos