Sanfermines 2013
Donde las dan las toman
Hoy es de esos días que es mejor dejar aparcados y
olvidarlos. Cuentan en el debe de nuestros años, y son jornadas que perdemos, que
podían haber sido aprovechadas de otra forma, pero que quedan truncadas.
Hoy creo que ha sido otra vez el calor. Ya son muchos los
días de altas temperaturas, de sofoco, de imposibilidad de descansar bien por
la noche, y esas circunstancias van minando, haciendo mella, y hay pocos cuerpos
que lo resistan, el mío uno de ellos. Sales ya acobardado de casa por la
mañana. Te acercas al huerto a cambiar la postura del riego, vuelves a casa a
preparar la pitanza, te cuesta ir a la piscina aunque sólo sea para refrescarte
y no hacer nada más, y cuando ya es algo más de mediodía, entiendes definitivamente
que algo no funciona bien: el maldito calor.
El conejo guisado acompañado de papas arrugadas, según mis expertos
y aduladores comensales, estaba de lujo. Cocinar es un acto de generosidad. Valorar
y apreciar los resultados, un reconocimiento que te reafirma en la técnica empleada
y te hace mejorar. Mirad lo que pasa en la carta de un restaurante con este
plato: Conejo campero condimentado al ajo morado con suave perfume de finas
hierbas y toque picante acompañado de unas papas arrugadas (no tienen
traducción finolis). No pongo precio de lo que pueden pedir o tu estar
dispuesto a pagar. No me ha costado más de 15 euros y ha dado de sí cuatro
raciones abundantes.
Luego por la tarde he estado jugando un ratito al escondite.
Había quedado con una persona en su casa, donde me he presentado a la hora
convenida y no estaba, se había ido al río. Me he acercado al embarcadero y no
estaba. Así que con la misma me he dado media vuelta y me he ido a por otro, al
que había quedado en dejarle una carta por propia indicación, en su casa. Tampoco
estaba, no hay buzón y por debajo de la puerta no entra el sobre. Esto es una
prueba evidente de que los calores atontan las cabezadas, derriten y languidece
el seso y nos abotagan. Vamos a ver, no quedes conmigo si te vas al río, llámame para decírmelo y ahorrarme el viaje.
Y tu capullo histriónico, no te quedes conmigo de esa forma, no me digas que te
deje la carta en casa si no tienes un miserable buzón de correos.
Con el primero he vuelto a quedar en hablar mañana, con el
otro, como no quiere la entrega en mano, pues por correo certificado y con
acuse de recibo. Donde las dan las toman.