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miércoles, 24 de octubre de 2007

Como las grullas buscan el sur...


Desde hace unos días, y hasta principios de noviembre, enormes bandos de grullas, a gran altura y formando una V, con el cuello estirado y con un «kru-kru-kru» incesante, surcan a la caída de la tarde el cielo en dirección sudoeste. Están efectuando su migración anual invariable desde el norte de Europa hacia España y el norte de África.
Gran parte de ellas invernarán en las dehesas extremeñas hasta el mes de marzo en el que vuelven a recorrer el mismo trayecto, esta vez en busca de las zonas de cría del norte europeo en un paseo prenupcial.
Aquí encuentran encinares, rastrojeras de cereales y barbechos, que les proporcionan alimento y zonas de descanso. La vida de las grullas es un constante ir y venir en busca de mejores condiciones para encontrar alimento y reproducirse.
Hoy en el hospital, en un día plomizo y luego lluvioso, en la interminable espera entre la analítica y la probable sesión de quimio, un comentario hecho por una pareja de ancianos sobre las grullas que se comen las bellotas, me ha llevado a reflexionar que la vida de los humanos se parece en algo a las de estas aves. Huimos de lo malo, buscamos continuamente la mejora y el bienestar. En mi actual situación me tengo que aferrar a ideas de este tipo, porque yo ahora estoy buscando, al igual que las grullas, el sur reparador.
He de deciros lectores-as y colaboradores-as del blog que hay días como hoy que no tengo ganas de nada y menos de escribir. Pero que algo tan insignificante como el comentario sobre las grullas, me ha dado alas -nunca mejor dicho-, para hacerlo e intentar adaptarme con espíritu positivo a la mala semana y próxima que me espera. Hoy finalmente he recibido la primera parte de la tercera sesión, mañana el remate. Durante el resto de la semana atracón de pastillas, las inyecciones para subir los leucocitos –las defensas-, que están muy bajas, y el sábado, ¡ah el sábado ¡, la maldita inyección semanal de la hepatitis que si normalmente me deja durante un par de días fuera de combate, ahora unido al cóctel de la quimio y resto de tratamiento, puede ser demoledora. Todo sea por la causa de vencer a este bicho inoportuno.
Mañana a primera hora volveré al hospital de día. Me juntaré con otros pacientes, muchos –nunca pensé que fueran tantos-, que como yo sufren diferentes enfermedades hematológico-oncológicas. Haré de tripas corazón cuando la enfermera de turno se líe con la aguja a localizarme una vena de la que poder extraer sangre y luego instalar la vía del tratamiento. Me tienen crucificado. No las encuentran, se rompen cuando las tienen, me provocan derrames, me hacen daño… Me río de los derechos del paciente que cuelgan por las paredes del hospital.
Mañana cuando entre en el hospital me acordaré de las grullas, y de que mal que me pese, es el sur reparador que me ayudará a pasar el invierno y seguramente afrontar la primavera en otra situación distinta a la que tengo ahora.
La naturaleza y la plástica de las grullas engancha. Os recomiendo esta web para aumentar conocimientos sobre el tema:
Jose-Elías Rodríguez
www.fotonatura.org/miembros/ficha.php?id_usuario=37