Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

jueves, 31 de enero de 2008

Historia de Pepe (Anónimo)




Pepe era el tipo de persona que te encantaría ser. Siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Cuando alguien le preguntaba cómo le iba, el respondía: "Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo".

Había tenido varios destinos y varios de sus colaboradores le habían seguido en todos ellos. La razón de que le siguieran era su actitud: era un motivador natural. Si un empleado tenía un mal día, Pepe estaba ahí para decirle al empleado cómo ver el lado positivo de la situación.

Este estilo de persona me causó curiosidad, así que un día fui a buscarle y le pregunté: "No lo entiendo, no es posible ser una persona positiva todo el tiempo, ¿cómo lo haces?". Pepe respondió: "Cada mañana me despierto y me digo a mi mismo, Pepe, tienes dos opciones hoy, puedes escoger estar de buen humor o de mal humor. Escojo estar de buen humor. Cada vez que sucede algo malo, puedo escoger entre ser una víctima o aprender de ello. Escojo aprender de ello. Cada vez que alguien viene a mí para quejarse, puedo aceptar su queja o puedo señalarle el lado positivo de la vida. Escojo señalarle el lado positivo de la vida".

"Si, claro, pero no es tan fácil", protesté.

"Sí lo es", dijo Pepe. "Todo en la vida se reduce a elegir. Cada situación es una elección. Tú eliges cómo reaccionar ante cada situación, tú eliges cómo influirá la gente en tu estado de ánimo, tú eliges estar de buen o mal humor. En resumen, tú eliges cómo vivir la vida".

Reflexioné sobre lo que Pepe me dijo...

Poco tiempo después, perdimos el contacto, pero con frecuencia pensaba en él cuando tenía que hacer una elección en la vida.

Varios años más tarde, me enteré de que Pepe había hecho algo que nunca debe hacerse en un negocio: dejó la puerta de atrás abierta y una mañana fue asaltado por tres ladrones armados. Mientras trataba de abrir la caja fuerte, su mano, temblando por el nerviosismo, resbaló de la combinación. Los asaltantes sintieron pánico y le dispararon.

Afortunadamente, Pepe fue atendido con prontitud y llevado a un hospital. Después de ocho horas de cirugía y semanas de terapia intensiva, fue dado de alta, aún con fragmentos de bala en su cuerpo.

Me encontré con Pepe seis meses después del asalto, y cuando le pregunté cómo estaba, me respondió: "Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo". Le pregunté qué había pasado por su mente en el momento del asalto. Contestó: “Lo primero que vino a mi mente fue que debería haber cerrado con llave la puerta de atrás. Cuando estaba tirado en el suelo, recordé que tenía dos opciones: podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí vivir".

"¿No sentiste miedo?", le pregunté. Pepe continuó: "Los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien. Pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones en sus caras me asusté. Podía leer en sus ojos: es hombre muerto. Supe entonces que debía tomar una decisión”. "¿Qué hiciste?", pregunté. Pepe me dijo: "Bueno, uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo, y respirando profundo grité:
- "Si, a las balas". Mientras reían, les dije: "Estoy escogiendo vivir, opérenme como si estuviera vivo, no muerto".

Pepe vivió por la maestría de los médicos, pero sobre todo por su asombrosa actitud. Aprendió que cada día tenemos la elección de vivir plenamente. La actitud, al final, lo es todo.

La decisión de cómo eres, cómo te ves, cómo te sientes, cómo vives, ¡es tuya!, y recuerda: sólo se frustran aquellos que dejan de ver la parte positiva de sus resultados y de la vida.

Oasis


Este pasado martes acabé, de momento, tras recibir la sexta sesión, el llamado primer ciclo de ataque y tratamiento químico del linfoma. He llegado por fin, tras cinco meses de batalla y travesía del desierto, a un pequeño oasis. Todo llega y tiene su merecida recompensa.

Me dice la hematóloga que ahora me atiende, que si las cosas se desarrollan como hasta ahora, y las próximas pruebas siguen acreditando la mejoría y retroceso del cáncer, en los próximos meses me esperan algunas sesiones de refuerzo, más dilatadas en el tiempo, a base del fármaco Rituximab, y también, aunque todo depende de los resultados del nuevo PET-TC, posibles aplicaciones localizadas de radio para combatir la potencial presencia de ganglios con actividad residual.

A pesar de la paliza que llevo y de los meses que aún me quedan de tratamiento del linfoma y hepatitis, estoy contento, deseoso de recuperarme del todo, de recobrar las fuerzas, la vida y la actividad normal, de que venga el buen tiempo, de poder ir al huerto, de salir a pasear, de regresar al trabajo, de hacer chapuzas en casa… Ya lo quiero todo, aunque se que como lo quiero no es posible. Todo llega, pero a su tiempo. Por eso sigo luchando y no desesperaré por unos meses más.

Me mosquea, aunque no me doblego a la versión médica, que la enfermedad no se erradique totalmente de mi organismo. Cuando las estadísticas reseñan porcentajes de curación entendía se referían a valores absolutos. Contaba, eso sí, que los controles y visitas periódicas al hospital serían algo frecuente en mis próximos años. Ya veremos en que queda todo.