Cangrejo (Liocarcinus horsatus) |
Cangrejos
Compro habitualmente la pesca en la sección de ello de ese
supermercado tan de moda, que arrasa con sus cifras de clientes y facturación,
y que es un modelo de negocio para los estudiosos del tema, que además lo ponen
de ejemplo en las escuelas de negocios.
Las dos últimas veces que he estado, los cangrejos se encontraban un poco alterados y tenían una actividad poco habitual para estar fuera de su hábitat
natural, sería que querían un poco de marcha y no les iba nada la que tenían
los mejillones y las chirlas enjauladas en sus mallas de plástico, o las
navajas, atadas en docenas. Aquello era un muermo. Daba mareo un poco
más allá, la imagen de los bonitos fiambres, abiertos en canal o
cortados por la mitad, enseñando sus carne rojas, o si no, los huesos descuartizados
del rape. Quita, quita… nos largamos de aquí cuanto antes…
Y de ahí la pelea por salirse del hielo picado, saltar esas
barreras que son las bandejas y huir. Y la verdad es que algunos lo consiguen
aún a riesgo de quedar maltrechos, golpeados en la caída al suelo, perder
alguna pinza…, como el que hoy, después de la carrera de obstáculos, y de su
viaje al vacío y talegazo correspondiente, ha enfilado el pasillo en busca de
la salida. Estaba el jodío bien
despierto y espabilado como si se hubieran pasado con la dosis y el chute bórico
de conservación. Se lo he dicho a la dependienta y parece como si no le diera
mucha importancia, debe estar acostumbrada y aburrida de que al final de la
jornada le falte mercancía que no ha vendido, sino que se ha escapado. Dios
mío, Sr. Roig, por ahí le pueden venir pérdidas, tiene Vd. un agujero negro en
su negocio, y ya se sabe, estas pequeñas cosas, nimiedades para un emporio como
el suyo, unidas a otras, a la larga pueden ser un quebradero de cabeza, porque
no se abordan con diligencia.
Pues bien le he echado mano, con cuidado de que en su
frenética actividad no me trincara con la pinza sana algún dedo, y le he
devuelto al lugar de procedencia. En el ínterin he percibido que me miraba
raro, más de lo habitual que miran estos bichos y soltaba algún improperio.
¡Que le vamos a hacer! La dependienta a lo suyo, ni se ha inmutado. Detrás de mí
una mujercita que ha seguido la escena escapista y captura, ha preguntado si
los había de río, esos invasores que han acabado con el autóctono, y también se
presentan en sociedad en malla. Pues no señora, de esos no tenemos hoy.
Esta historia viene a colación para dejar constancia de que detrás
del éxito arrollador de este modelo de distribución alimentaria y personal de
su propietario, hay zonas de sombra y pocas luces. Estamos ante un caso
empresarial de depredación sistemática, que pasa por encima, cual rodillo, de
derechos laborales y buenas prácticas comerciales. La extorsión a proveedores
mediante la imposición de condiciones de suministro y pago leoninos es práctica
reglada. No es cierta su implicación y apoyo a los productos locales, es una
falacia como otras muchas, ya que en el fondo sólo existe una política de
compra a precio bajo, a la que se imputan mermas, pérdidas, costes salariales y
beneficio empresarial, y la resultante la pagamos entre todos. Y si aquí no
funciona, me voy al país de al lado, donde por ejemplo, consigo aceite de oliva
o lo que sea más barato, aunque de peor calidad. Es que como reig que me llamo, soy intocable.
1 comentario:
Te veo animado y recuperando fuerzas eso es bueno. Saludos
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