
En estos días veraniegos de calor y galbana, apetecen alimentos que aparte de nutritivos, sean ligeros y frescos, como es el caso del tomate (Solanum lycopersicum), que está muy arraigado en nuestra dieta mediterránea, y presente, por su amplia versatilidad, en multitud de guisos y platos típicos.
En España, según los datos oficiales, ¡que sería de nosotros sin las estadísticas!, el tomate es la fruta-hortaliza más consumida y ofertada en los mercados a lo largo del año. Su producción temprana o forzada en invernaderos, el avance de las comunicaciones, su obtención a contra estación en otros países…, han hecho posible esto, y nos ha convertido en fieles amantes de ella, aún a pesar de sus variaciones y precios prohibitivos en algunas estaciones.
Con el tomate, de familia numerosa y joya traída del continente americano, que tardó en ser introducida en nuestros usos culinarios –nos remontamos a escasos dos siglos-, nos pasa igual que con otras hortalizas como la cebolla y el ajo, muy unidas a nuestra cultura y costumbres gastronómicas: Es raro el plato que en su elaboración e ingredientes no lleva alguno de ellos.
El tomate, en algunos de sus numerosos tipos de diferentes sabores y texturas, lo tiñe todo de rojo, luciéndose bajo multitud de formas: grandes y globosas, de hombros surcados, achatadas, lobulosas, pequeñas y redondas, en rama, tipo pera, bolas; e infinidad de nombres: valenciano, canario, Montserrat, muchamiel, cherry, kumato, raff o pata negra, etc.; y variedades prosaicas como la precocísima de tierra plena, la enana precoz o la maravilla de los mercados; también las hay que evocan lugares, como la genovesa y la parmesana; nombradas por la forma del fruto: perfección, ponderoso…
El fruto de esta solanácea aporta en la alimentación una buena fuente de fibra, potasio y es altamente antioxidante, debido a su aporte de vitamina C y su gran concentración de carotenos, especialmente de licopeno, sustancia responsable del color rojo, y que algunos estudios indican ayuda a prevenir enfermedades, como ciertos tipos de cáncer.
En la mesa marida bien (¡vaya horterada!) con lo que le pongan. Entre los meses de junio y septiembre, temporada optima para su consumo, arrasa en ensaladas, salteados, gazpachos, pistos y sofritos, elaborados con un buen aceite de oliva virgen extra.
El simple, humilde, popular y delicioso gazpacho es para mí una de las mejores representaciones culinarias del tomate, ya sea a través del ligero y cremoso batido andaluz o del aguado con tropezones de la receta que reseño. Esta sopa fría (dejo aparte el contundente salmorejo cordobés con sus virutas de jamón y huevo duro), es apetecible, refresca en los días de calor y nos sacia el apetito.
El gazpacho tradicional aguado tiene como ingredientes básicos el aceite de oliva -a ser posible virgen extra-, la vinagre, el ajo, la sal y el tomate. Existen otras múltiples variantes que llevan pan para aumentar volumen o espesar, alguna especia como los cominos, cebolla, pimiento, etc.
Elaboración gazpacho tradicional, abstenerse ingenios batidores:
En un cuenco se majan los dientes de ajo con la sal hasta obtener una pasta cremosa. Sobre ella se vierte el tomate maduro muy troceado que también se aplasta y mezcla. Posteriormente se añaden el agua fría y al gusto, el aceite y la vinagre. Se revuelve todo y se corrige de sal si es preciso. Opcionalmente como acompañante se puede añadir pepino troceado en pequeños cuadraditos.
En España, según los datos oficiales, ¡que sería de nosotros sin las estadísticas!, el tomate es la fruta-hortaliza más consumida y ofertada en los mercados a lo largo del año. Su producción temprana o forzada en invernaderos, el avance de las comunicaciones, su obtención a contra estación en otros países…, han hecho posible esto, y nos ha convertido en fieles amantes de ella, aún a pesar de sus variaciones y precios prohibitivos en algunas estaciones.
Con el tomate, de familia numerosa y joya traída del continente americano, que tardó en ser introducida en nuestros usos culinarios –nos remontamos a escasos dos siglos-, nos pasa igual que con otras hortalizas como la cebolla y el ajo, muy unidas a nuestra cultura y costumbres gastronómicas: Es raro el plato que en su elaboración e ingredientes no lleva alguno de ellos.
El tomate, en algunos de sus numerosos tipos de diferentes sabores y texturas, lo tiñe todo de rojo, luciéndose bajo multitud de formas: grandes y globosas, de hombros surcados, achatadas, lobulosas, pequeñas y redondas, en rama, tipo pera, bolas; e infinidad de nombres: valenciano, canario, Montserrat, muchamiel, cherry, kumato, raff o pata negra, etc.; y variedades prosaicas como la precocísima de tierra plena, la enana precoz o la maravilla de los mercados; también las hay que evocan lugares, como la genovesa y la parmesana; nombradas por la forma del fruto: perfección, ponderoso…
El fruto de esta solanácea aporta en la alimentación una buena fuente de fibra, potasio y es altamente antioxidante, debido a su aporte de vitamina C y su gran concentración de carotenos, especialmente de licopeno, sustancia responsable del color rojo, y que algunos estudios indican ayuda a prevenir enfermedades, como ciertos tipos de cáncer.
En la mesa marida bien (¡vaya horterada!) con lo que le pongan. Entre los meses de junio y septiembre, temporada optima para su consumo, arrasa en ensaladas, salteados, gazpachos, pistos y sofritos, elaborados con un buen aceite de oliva virgen extra.
El simple, humilde, popular y delicioso gazpacho es para mí una de las mejores representaciones culinarias del tomate, ya sea a través del ligero y cremoso batido andaluz o del aguado con tropezones de la receta que reseño. Esta sopa fría (dejo aparte el contundente salmorejo cordobés con sus virutas de jamón y huevo duro), es apetecible, refresca en los días de calor y nos sacia el apetito.
El gazpacho tradicional aguado tiene como ingredientes básicos el aceite de oliva -a ser posible virgen extra-, la vinagre, el ajo, la sal y el tomate. Existen otras múltiples variantes que llevan pan para aumentar volumen o espesar, alguna especia como los cominos, cebolla, pimiento, etc.
Elaboración gazpacho tradicional, abstenerse ingenios batidores:
En un cuenco se majan los dientes de ajo con la sal hasta obtener una pasta cremosa. Sobre ella se vierte el tomate maduro muy troceado que también se aplasta y mezcla. Posteriormente se añaden el agua fría y al gusto, el aceite y la vinagre. Se revuelve todo y se corrige de sal si es preciso. Opcionalmente como acompañante se puede añadir pepino troceado en pequeños cuadraditos.
Ingredientes orientativos para 5-6 personas:
1 Kg. de tomate rojo maduro o triturado en conserva
1 ó 2 pepinos medianos
3 ó 4 dientes de ajo tamaño normal
1 cucharada rasa de sal (al gusto)
Vinagre de vino blanco (medio vaso pequeño)
1 1/2 litro de agua fría
100 g aceite de oliva virgen extra (7 cucharadas)
1 ó 2 pepinos medianos
3 ó 4 dientes de ajo tamaño normal
1 cucharada rasa de sal (al gusto)
Vinagre de vino blanco (medio vaso pequeño)
1 1/2 litro de agua fría
100 g aceite de oliva virgen extra (7 cucharadas)
¡Que aproveche!