
La farsa de la semana santa ha llegado a su fin. Atrás quedan ritos, pasos, procesiones y celebraciones, realizadas según manda la tradición católica. Atrás quedan también otras costumbres arraigadas en el acervo cultural de gentes y pueblos, paralelas a las celebraciones religiosas, pero que poco o nada tienen que ver con lo que se podría llamar la esencia cristiana.
La semana santa tiene mucho que ver con un tipo de folclore rancio, con ese gusto y regocijo por la tragedia, por el dolor y el sufrimiento ajeno. También con una actitud pasajera de penitencia y remordimiento por las faltas y malas obras cometidas durante el transcurso del año, de circunstancial arrepentimiento, de golpes de pecho, de emocionadas y falsas lágrimas y sentimientos, de flagelaciones…
Pura hipocresía y pantomima que este Estado descompuesto también secunda, alienta y arropa a pesar de que en su Constitución se dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal. Año tras año somos testigos de como una caterva de electos representantes políticos (sobretodo alcaldes y concejales), delegados de todos, creyentes y no creyentes, marchan en procesión tras los jerarcas eclesiásticos. Que participen en actos religiosos es cosa personal. Que lo hagan a título individual, no en representación de ayuntamientos u otras instituciones.
No le van a la zaga las llamadas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que tienen encomendada la misión constitucional de garantizar la soberanía e independencia del país, defender la integridad territorial y el ordenamiento constitucional, que con sus marchas castrenses, trompetas y tambores participan activamente en el tinglado de algunas procesiones.
A los que no profesamos la religión católica, ni ninguna otra confesión –dentro de los que me encuentro-, esta comedia religiosa que en estos días tiene su máxima expresión y es secundada por gran parte de la clase política, nos produce indignación y reprobación. Durante todo el año ya somos testigos de cómo se cumple la laicidad constitucional y cómo los nombres de santos y crucifijos están en los centros educativos, cómo el rito católico preside los funerales de Estado, juramentos y tomas de posesión, etc.
Me quedo en estas fechas con los días de asueto, las torrijas, la leche frita y los pedos de monja. Amén.