
Baltasar era el sastre de Valdepeñas de Jaén, pequeño pueblo serrano del sur de la provincia. Un día, él y su hijo Ricardo, ambos aficionados a los pájaros, capturaron una jilguera que amaestraron enjaulada.
Llegado el otoño la pájara escapó. A la primavera siguiente, comprobaron sorprendidos, que la jilguera había regresado, hizo nido y crió polluelos, que llenaron la sastrería de trinos y cantos.
Años después Baltasar murió y la jilguera estuvo todo el tiempo junto al finado hasta su entierro.