Olivar de la variedad Castellana en Mazarulleque (Cuenca) |
Mazarulleque
Siempre que vuelvo a ese lugar de la Alcarria conquense, en
un valle al pie de la Sierra de Altomira, donde nuestros amigos nos reciben
hospitalariamente, me embarga la misma sensación de quietud, paz y
tranquilidad, que se repite constantemente. En Mazarulleque es como si el
tiempo se hubiera parado o transcurriera más lentamente que en otros lugares,
cosa que no es posible pero que al menos lo parece, ya que el pueblo y otros de
la zona están relativamente apartados de grandes núcleos de población o vías de
comunicación principales.
Garcinarro y Jabalera son los otros dos núcleos que
conforman la mancomunidad que tiene un área cercana a los 150 km2 y
una población de algo más de 300 habitantes, lo que representa 2 habitantes por
km2, más o menos, el desierto humano. Una economía de subsistencia
basada en el cultivo agrícola de tierras de secano dedicadas a los cereales de
invierno, girasol y olivar, y algo de ganadería ovina de aptitud cárnica y
láctea. Sorprende que estando cerca de la zona de los pantanos de cabecera del
río Tajo, la reserva más importante de agua del centro peninsular que abastece
al Levante, Murcia y Almería, a través del canal del trasvase Tajo-Segura,
estas tierras estén sedientas y no haya un palmo de regadío. Tampoco se ven las
compensaciones económicas por esa explotación hidráulica en los llamados
pueblos ribereños de los pantanos, ni las de tener próxima la central nuclear
de Trillo en Guadalajara que refrigera reactores en las aguas del Tajo.
En Cuenca dedicamos una mañana a visitar el recomendable Museo de Arte Abstracto Español responsabilidad
de la Fundación Juan March –el banquero de Franco-, donde se puede visionar de
forma permanente una colección de pinturas y esculturas de artistas abstractos españoles
de la generación de los años 50 y 60 del pasado siglo, entre los que cabe
destacar a Canogar, Chillida, Martín Chirino, Manrique, Millares, Rueda, Saura,
Tápies o Zóbel. El museo se encuentra en la edificación medieval singular de
las Casas Colgadas, sobre la Hoz del Huécar.
Seguimos avanzando. Otra jornada. Vamos a pasar el día y a piragüear
a lo que eufemísticamente se llama el Mar de Castilla, conjunto de embalses
formado, entre otros, por el de Bolarque, Entrepeñas, Buendía, en las
provincias de Guadalajara y Cuenca. Pasamos una buena tarde navegando en el tramo
del rio Guadiela comprendido entre el salto de Buendía y Bolarque, entre lo que
llaman la playa y el embarcadero, en aguas frías y profundas. Hacía más de
siete años que no montaba en piragua. La sensación de libertad y contacto con
la Naturaleza es espectacular, como los tramos que recorremos, encajados entre
altas laderas pobladas de pinos que se han salvado de la última quema, en las
que dominan y vuelan algunas parejas de buitre negro.
Ya solo me queda dar las gracias por la pitanza. Poder recobrar el
sabor de unas chuletillas de cordero lechal a la brasa, y de ese grandioso
queso añejo de oveja de tres años en aceite, aparecido a la chita callando,
como quien no quiere la cosa. O de ese típico y rotundo plato llamado morteruelo que hace las
delicias de quien lo prueba.
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