El primero en llegar con chaleco
fosforito me preguntó que cómo me encontraba. Bien, le dije. Bastante aturdido aún pregunte qué había
pasado. No se preocupe, me contestó, ya vienen de camino las asistencias. Al
poco rato apareció un picoleto con gorra de plato, chaleco y ese pifanillo de
luz fluorescente amarillenta. Me fusiló en el acto: a qué velocidad iba,
llevaba el cinturón, me espetó. Nada de cómo está, le duele algo, no que va…
Hijo de la gran puta¡¡¡ y con las mismas se fue.
Estaba encajonado en el asiento, apenas
me podía mover, me dolía el pecho y empezaba a notar el frio de la madrugada. A
duras penas recogí los enseres a mí alrededor. Las gafas que salieron volando,
el móvil, apagué la radio, quité el contacto. De la parte delantera salía humo.
El airbag me dijeron luego. El
ambiente del habitáculo estaba espeso y picante, también del gas que expulsa el sistema de
protección.
Llegó una ambulancia que se situó
delante. Había uno de atestados sacando fotos, la Benemérita volvía a la
escena, pero sólo a tomar nota. Luego los bomberos, los putos amos del asunto.
Pusieron a cada uno en su sitio y con destreza y rapidez me sacaron del
vehículo en una operación limpia. De ahí a la camilla, a la ambulancia y al
hospital.
Había vuelto a nacer. Escapé otra
vez con vida de esos sucesos que nos ocurren, que no avisan y de los que
inexplicablemente salimos indemnes o casi. En esta ocasión todo fue tan rápido,
que no hubo tiempo para repasar mentalmente nada, como dicen algunos en
similares trances que ocurre: toda tu vida se concentra en segundos y pasa en
un fogonazo por tu imaginación.
No, ahora no. Me agarré con todas
mis fuerzas al volante y noté como del impacto, el motor caía al suelo y el
vehículo se arrastraba un trecho largo, hasta que quedó detenido en la mediana.
Silencio, asfixia, dolor y rabia. Que había pasado. Alguien que me precedía se
despistó, se salió de la vía, volvió a entrar, choco con la mediana y quedó
atravesado. Me lo llevé por delante. No vi nada, ni luces, ni destellos, solo
un bulto atravesado cuando estaba a pocos metros de él, y ya no era posible
sortearle.
Todos me hablan de la buena
suerte que he tenido. Cierto. Que me olvide de los daños, que lo importante es
poderlo contar. Son una serie de sartas y latiguillos que se dicen en ocasiones
de este tipo. Está bien, si, pero no te puedes olvidar de la imagen del instante fatídico. Se te aparece en el momento más insospechado, se repite
machaconamente, te hace encogerte en sueños, y ahí está la muy condenada y
estúpida. Persiguiéndote como una bicha mala.
Han pasado los días y sigues
recuperándote lentamente del shock, de
las lesiones físicas, algunas de las cuales no tienen remedio, ya que han
venido a agudizar otras óseas que ya había. Vuelves a intentar encajar tu vida
y actividad en la rutina habitual, y poco a poco lo vas consiguiendo. No sin
dificultad y malos ratos.
Piensas. Estás hecho ya un carcamal.
Lleno de achaques y goteras. Te vas encorvando como los viejetes, sólo te falta
la boina y la garrota. Tengo que irme de aquí, llevo tentando la suerte mucho
tiempo, y hasta ahora ha salido bien, pero ya toca cambio de tercio y de aires.
Vamos a intentarlo.
La segunda parte de esta historia
está por escribir, tiene que ser feliz y placentera, y ya ha empezado a
apuntar.
2 comentarios:
DE IRSE NADA, COMO NO SE DE VACACIONES A CANARIAS,A PASARTELO BIEN Y A DARTE ALGUN BAÑITO A UN QUE SEA A LA ORILLA Y CON FLOTADOR,LOS DOLORES SON TAN CARÑOSOS QUE SE QUEDAN MUCHO TIEMPO CON NOSOTROS, PERO TU NI CASO IGNORALOSY SE IRAN UN DIA DE ESTOS. FELICES VACACIONES......
Pues claro que va a ser FELIZ!! Por que eres un valiente, un campeón y sobre todo muy buena gente y lo mereces! Un besazo enorme de los otros Martínez ;)
Publicar un comentario