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sábado, 5 de noviembre de 2016
China y la especulación del ajo
Paradójicamente, un país que se define como comunista y con una economía planificada, propia de ese tipo de regímenes, padece en la actualidad -como ya le ocurriera en 2009-, un problema típico de las economías de mercado occidentales: la especulación pura y dura en torno a un producto agrícola, en este caso el ajo, del que son los mayores productores mundiales, representando más del 80% de la producción y el comercio.
Por las informaciones ya conocidas meses atrás que trascendían del gigante asiático, el cultivo y producción en la campaña 2015-16 ha sufrido severas inclemencias meteorológicas en forma de heladas e inundaciones que han dañado los cultivos y a la postre han provocado un recorte de la producción entre el 15-20%.
Según datos de la FAO, China ha cultivado de media en el período comprendido entre los años 2010 y 2013 la nada desdeñable cifra de 800.000 hectáreas de la que ha obtenido casi por año 19 millones de toneladas, producción que le ha permitido atender su consumo interior, los mercados de los países limítrofes e inundar a bajo precio y rallando en prácticas de dumping el resto de los mercados mundiales, en los que ha ocasionado graves problemas a las producciones locales.
El períodico Financial Times se hace eco en estos días de este tema indicando que en la provincia oriental de Shandong en la que se cultiva principalmente el ajo, las expectativas ya conocidas de malas cosechas llevaron al acaparamiento de producto por parte de los comerciantes locales, operación financiada por capital procedente de Pekín y otras grandes ciudades, información corroborada por Cui Xiaona, analista de Sublime China Information Group Co., Ltd., un servicio de información sobre productos básicos líderes en China como el ajo .
Que un medio de comunicación económico occidental informe de este asunto no debe llamar la atención, que lo haga con tanto retraso tampoco, ya que estamos hablando de un producto agrario menor, lo que si huele mal es que por medio se cuelen las alertas lanzadas por comerciantes holandeses que se quejan, pobrecitos ellos, de los malvados especuladores chinos que con mucho dinero han acaparado grandes volúmenes de ajo que ahora no quieren vender. No tenemos que olvidar que estos comerciantes, son los principales importadores de ajo chino a la Unión Europea, los mismos que continuamente están intentando forzar las medidas de protección existentes frente a las importaciones, y a los que no les importaría nada que esto reventase para hacerse ellos finalmente dueños del cotarro y así acabar ya definitivamente con la producción de la UE.
El escenario que nos retratan se produce ahora en China es el de que los precios del ajo se han duplicado, hay concentración de la oferta en pocas manos, hay especulación, que falta suministro y los altos precios han llevado a una disminución de las exportaciones chinas, que están en un mínimo de cuatro años. En los primeros siete meses de este año, las exportaciones de ajo fresco cayeron un 12 % a 895.000 toneladas.
El ajo no es el único producto interés de especuladores, hablan también de frijoles, nueces, té negro, productos que como dicen han caído a los caprichos de "dinero caliente".
No parece que estas circunstancias cambien. El ajo en China seguirá almacenado, incrementando su precio debido a los intereses de capital y los costes de almacenamiento, y de no agotar existencias, la oferta china tendrá que hacer frente a la producción de dos campañas, la vieja y la nueva por venir. Esto ahora representa para nuestras producciones algo bueno, ya que nuestros precios en origen mantienen el tipo, hay demanda y después de muchas penurias, el comercio es rentable. Sabemos por experiencia que la actual coyuntura es un espejismo, pero vamos a disfrutar de ella mientras dure. China tarde o temprano nos volverá a sacudir, a no ser que se confirme la tendencia en el ciclo productivo, que apunta a que el ajo está reduciendo su importancia en el computo total de las producciones agrarias, debido entre otros factores, al éxodo que se está registrando de población rural a zonas industriales para cubrir las necesidades de mano de obra.
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